El continente antártico y sus mares circundantes constituyen un lugar excepcional en el mundo: un inmenso espacio sin fronteras dedicado a la ciencia y a la conservación.
El continente antártico y sus mares circundantes constituyen un lugar excepcional en el mundo: un inmenso espacio sin fronteras dedicado a la ciencia y a la conservación.
El enorme esfuerzo de exploración e investigación iniciado hace más de un siglo está totalmente justificado por el papel crucial que la Antártida desempeña en el equilibrio ambiental de nuestro planeta. Especialmente ahora, en plena fase de calentamiento global, nuestro futuro dependerá, en gran medida, de lo que ocurra en el gran continente austral.

Pero la Antártida es más que un enorme regulador climático; sus formas de vida, tanto vegetales como animales, son asombrosas y muestran la capacidad de la evolución para generar especies únicas y perfectamente adaptadas a un medio tan inhóspito.
Las dieciséis expediciones a la Antártida en las que ha participado el autor se han convertido en la médula de su vida profesional como científico y además han supuesto una intensa experiencia personal.
Para el autor, ser biólogo en el Polo Sur es un privilegio y un maravilloso desafío, y en este libro trata de mostrar los principales avances científicos que se han producido en la investigación antártica en los últimos años, pero también comunicar la intensidad de la experiencia que supone trabajar en este lugar extraordinario.
Aunque centrada en la biología vegetal, esta obra ofrece también una perspectiva más amplia que abarca otros campos científicos e incluso la reciente historia antártica y sus inusuales mecanismos de gestión internacional. Uno de los aspectos más notables de la Antártida, su belleza, es también el más difícil de reflejar.

UN PASAJE INICIÁTICO
Todo aquel que quiera llegar a la Antártida deberá enfrentarse primero con el paso Drake, llamado así porque según las leyendas marinas fue este corsario el primero en cruzar las 480 millas náuticas que separan el extremo deAmérica del Sur de la Península Antártica. Su mítica está escrita de terribles olas de hasta 10 metros de altura y tormentas que hacen cabecear como juguetes a los barcos. Si la suerte está de cara de los viajeros, el buen tiempo acompañará la travesía y todo quedará en una anécdota; si, en cambio toca mal tiempo, la seguridad y la tecnología de los cruceros actuales garantiza superar el trance solo con algún que otro pequeño mareo. La recompensa llega cuando la silueta blanca de la Antártida se divisa en el horizonte. ¡Justo es momento de que comience la aventura!

TERRITORIO DE AVENTURA
El brazo de territorio que se extiende en dirección norte hacia la Tierra del Fuego es la zona más accesible al continente blanco. también es la zona más cálida, por lo que concentra la mayor diversidad de fauna, con pingüinos, aves marina y focas. Por todo ello, la Península Antártica es la principal zona de navegación de la mayoría de cruceros árticos. El contacto con los primeros paisajes de agrestes picos nevados que se hunden directamente en el mar y de canales donde emergen icebergs de fabulosas formas se da en los primeros momentos de aproximación. La escala de lo visto hace empequeñecer al viajero. Precisamente esa es la primera sensación que se tiene: la emoción de entrar en contacto con una naturaleza que hace sentir vulnerable y pequeño a quien la observa con ojos como platos.

Vía: Tiempo (Revista Ram)
viajes.nationalgeographic