Un fulgor sobre el océano, un atardecer encendido que tiñe el agua de un furioso naranja-rojizo. Sin lugar a dudas una postal que deja enmarcada la belleza de un atardecer sobre el mar.
El sol ciertamente no cambia de color. En realidad, a crear el tono rojizo que ofrece la puesta de sol es el polvo que se ha elevado en el aire durante el día: son estas partículas de tonos cálidos que crean ese efecto sugerente que no podemos dejar de capturar con nuestras cámaras. Prueba de ello es el hecho de que el amanecer tiene colores más apagados debido a que el aire es generalmente más nítido.