Hace casi una década, en el año 2012, los oceanógrafos descubrieron que grandes cantidades de estas aguas habían ido desapareciendo sin explicación aparente.
Las aguas que fluyen en el fondo del océano Austral, alrededor de la Antártida, son más frías y profundas que en el resto del mundo. En algunas zonas alrededor del continente, el agua del mar se enfría por el aire especialmente helado que envuelve el ambiente, facilitando la formación de hielo. Cuando el hielo se forma, la sal se transfiere al agua que aún permanece en estado líquido haciéndola aún más salada.

Así, estas aguas, a temperatura más baja y con mayor densidad de lo normal, acaban hundiéndose en el fondo marino y extendiéndose hacia el norte. Poco a poco, acaban por extenderse por las profundidades oceánicas del mundo entero y mezclándose con el resto de aguas más cálidas. Es como se crean las corrientes oceánicas y resulta crucial para el adecuado mantenimiento de los ecosistemas submarinos.
Cada vez menor volumen de agua
Pero hace casi una década, en el año 2012, los oceanógrafos descubrieron que grandes cantidades de estas aguas habían ido desapareciendo sin explicación aparente. Para ello, revisaron los datos de temperatura recopilados desde 1980 hasta 2011 en intervalos de unos diez años y se dieron cuenta de que el volumen del agua del fondo antártico había ido disminuyendo a un ritmo medio de unos ocho millones de toneladas métricas por segundo durante las últimas décadas. Lo que equivale, aproximadamente, a unas 50 veces el caudal medio del río Misisipi, según datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA).

La autora principal del estudio Sarah Purkey, entonces estudiante de posgrado de la Universidad de Washington (Estados Unidos) remarcaba que, desde la década de los 80, el ritmo medio al que había ido reduciéndose el agua del fondo antártico se había mantenido bastante estabilizado.
El motivo por el que esto sucede no está del todo claro, pero la tendencia podría tener repercusiones importantes en el clima de la Tierra, ya que los cambios en la temperatura, la cantidad de sal contenida en el agua del océano, y los niveles de oxígeno y dióxido de carbono disueltos en estas frías aguas influyen en el temido aumento del nivel del mar.

Vía: Muyinteresante