Fue en noviembre de 1985, fecha de la gran inundación, cuando el destino esta localidad cambió.
Villa Epecuén es el nombre de un pueblo turístico argentino en ruinas, ubicado en el partido de Adolfo Alsina, provincia de Buenos Aires.

Todos sus esplendores quedaron sepultados bajo las aguas espesas del lago Epecuén; las mismas aguas sanadoras ?clorosulfatadas, alcalinas, sódicas, bicarbonatadas, bromuradas, azufradas? que por décadas convocaron multitudes y mereció el florecimiento de la villa termal.

Se fueron todos de acá y a nadie se le ocurrió apostar a un renacimiento. Solo el balneario municipal, restablecida la calma, volvió a activarse. Tampoco se fueron los flamencos, que siguen dando cuenta de la Artemia salina, crustáceo casi invisible aquí disponible.

La Pompeya argentina, en la que destaca la emblemática silueta del matadero de Salamone, es imán para fotógrafos, directores de cine, producciones de moda.

Calles desiertas, suelos agrietados, árboles blancos que todavía jalonan, inertes, la antigua avenida Colón; postes de luz caídos, con sus antiguos aislantes de porcelana aferrados al óxido; arquitecturas quebradas que devuelven imágenes inverosímiles de escaleras y ventanas en suspenso.

Los toboganes sin público de las piletas, olorosas de materia orgánica; los carteles que indican lugares imaginarios, y los tamariscos cuyas ramas evidencian la dirección del viento en la madrugada fatídica que empujó el agua.
