La OCDE advierte de que el impacto del coronavirus podría reducir a la mitad el crecimiento de la economía mundial, aunque el escenario más probable es que afecte sobre todo a China, que ya ha visto sus niveles de polución caer drásticamente por el parón productivo.
La alargada sombra del coronavirus ya planea sobre la economía mundial. La enfermedad, que apareció en la ciudad china de Wuhan a comienzos de diciembre, ya se está expandiendo por los cinco continentes y plantea problemas al crecimiento económico con cuarentenas, restricciones al movimiento, cierres industriales y un declive en muchas de las actividades del sector servicios. La OCDE cree que la recuperación mundial se va a ver seriamente afectada por la expansión de la potencial pandemia. Un informe publicado este lunes asegura que, incluso en el caso de que se consiga contener la epidemia, las previsiones de crecimiento se reducen en más de medio punto, del 3% al 2,4%. Pero, si la epidemia alcanza a muchos países, el PIB mundial no subirá más allá del 1,5%.

Y eso que, en cualquier caso y sin nuevos virus de por medio, la OCDE ya consideraba que la bonanza económica se estaba “enfriando”. Pero ahora, hay varios indicadores adicionales, como la bajada en la demanda de carbón o la caída drástica de la polución, que sugieren que la economía china se ha ralentizado bastante este primer trimestre. Si tenemos en cuenta que China supone el 17% del PIB mundial y el 11% del comercio, las consecuencias negativas del contagio en el gigante asiático ya suponen un importante frenazo a la economía mundial. Hay pruebas de que el turismo está en declive y de que se está produciendo múltiples interrupciones en las cadenas de suministro globales, además de factores psicológicos como una caída de la confianza del consumidor.
Es decir, que incluso en el mejor escenario posible -que el virus se contenga en China y solo haya focos limitados en otros países, como está ocurriendo a día de hoy- la OCDE espera una ralentización de la economía mundial y por eso revisan las previsiones de crecimiento mundiales a un modesto 2,4% a nivel mundial, la peor cifra desde el final de la crisis. Sin embargo, si la pandemia se confirma y estallan brotes en varios países, la desaceleración será más aguda y prolongada: el PIB solo subiría un 1,5%.
En este difícil escenario, las medidas de contención y el miedo a la infección afectarían gravemente a la producción, además de implicar enormes gastos, por lo que podría llevar a muchos de los países afectados por la epidemia a una recesión total. Sin embargo, en este informe, no aparecen cifras detalladas sobre cómo podría sufrir España una expansión local del denominado oficialmente COVID-19.

Acción concertada de los países
La OCDE cree que, independientemente de por dónde o cómo se propague el coronavirus, la economía mundial, previamente debilitada por persistentes tensiones comerciales y políticas, “ya ha sufrido un fuerte revés”. El organismo apunta a que, en sectores como el turismo, la electrónica o los automóviles, las empresas ya están informando de interrupciones en el suministro e incluso de un colapso en la demanda. “La economía mundial ahora es demasiado frágil para que los gobiernos apuesten por un fuerte rebote automático”, afirma la economista jefa de la OCDE, Laurence Boone.
El informe apunta a una única solución: actuar “rápidamente” frente al coronavirus, con medios suficientes contra la infección, apoyo al sistema sanitario y a las empresas “vulnerables”, y una acción concertada del G20 con otros países si los riesgos a la baja se materializan y el crecimiento fuera mucho más débil durante un periodo prolongado. Eso debería incluir el compromiso colectivo de incrementar el gasto público necesario.
Además, se insta a las empresas a utilizar masivamente el teletrabajo y los horarios flexibles para preservar los empleos y se pide a los Gobiernos que implementen medidas fiscales y presupuestarias temporales para amortiguar el impacto en los sectores más afectados por una eventual recesión, como el turismo o la industria automovilística. “Las autoridades deben actuar de inmediato para contener la epidemia, apoyar el sistema de atención médica, proteger a las personas, apuntalar la demanda y proporcionar una ayuda financiera a los hogares y las empresas más afectadas”, ha explicado Boone.
No obstante, el organismo admite que la evolución a corto y medio plazo del coronavirus es “muy incierta”, por lo que estas previsiones podrán sufrir revisiones en los próximos meses según vaya evolucionando la crisis.
Reducción de la polución en China

A pesar de las malas noticias que supone la expansión del COVID-19, la epidemia podría tener un efecto positivo inesperado en forma de reducción de emisiones. Las agencias espaciales norteamericana (NASA) y europea (ESA) han observado desde finales de enero una “significativa” caída de los niveles de dióxido de nitrógeno en el espacio aéreo chino, como consecuencia del brote de coronavirus.
Es decir, las medidas de cuarentena y paralización de los desplazamientos tomadas por el Gobierno chino para frenar el número de contagios y muertes está suponiendo una menor contaminación y una mejora en los niveles de polución.
La NASA ha publicado varios mapas donde se comparan los niveles de polución entre el 1 y el 20 de enero y entre el 10 y el 25 de febrero. También han compartido imágenes aéreas tomadas por satélites e instrumentos de las agencias espaciales donde también se comparan los niveles de polución en Wuhan entre enero y febrero de 2019 y los de 2020. En todas ellas, la diferencia salta claramente a la vista.
“Esta es la primera vez que veo una caída tan dramática en un área tan amplia para un evento específico”, ha afirmado Fei Liu, investigadora de calidad del aire en el centro de vuelo espacial Goddard de la NASA.

Vía: elagoradiario