Ha sido un descubrimiento inesperado, pero la prueba de la destrucción que liquidó miles de vidas ha ayudado a conocer cómo nació nuestra fiel compañera la Luna.
Desde hace décadas, la explicación sobre la que hay más consenso es que la Luna se formó cuando una Tierra primitiva, distinta a la que conocemos, colisionó con un objeto del tamaño de Marte al que llamaron Theia. La Luna sería simplemente una pieza suelta que habría quedado desprendida de la «nueva Tierra» tras producirse la colisión. Y en ese choque, se cree que ciertas sustancias químicas volátiles —elementos que se vaporizan a altas temperaturas, como el agua o el zinc— se evaporaron en el recién nacido satélite.
Sin embargo, nunca se han tenido pruebas concluyentes que respalden esa teoría que afirma que los escasos niveles de sustancias volátiles hallados en las rocas lunares son resultado de la colisión. Y no se tienen porque ninguna prueba controlada puede reproducir una explosión de dimensión lo suficientemente grande para demostrar que el impacto de Theia existió.
¿O sí?

Trinity, la primera explosión nuclear
Unos investigadores de la Universidad de San Diego cayeron en la cuenta de que un evento histórico podía aclarar las incógnitas. Acudieron a recoger muestras al desierto de Nuevo México. Allí, el 16 de julio de 1945, científicos americanos denotaron la primera bomba nuclear para asegurarse de que las que lanzarían sobre Hiroshima y Nagasaki pulverizarían las ciudades.
Conocida como la prueba Trinity, aquel ensayo nuclear originó un cráter de 3 metros de profundidad y 330 de ancho en mitad del desierto. En aquel agujero, la arena se derritió y se convirtió en vidrio de color verde que se bautizó como trinita. Esas muestras de cristales han revelado que apenas contienen sustancias volátiles como el zinc y que, las trinitas más cercanas al epicentro, habían perdido más zinc que las del borde de la explosión.

Muestras de trinita
«Los resultados muestran que la evaporación a altas temperaturas, similar a la que ocurre durante las primeras etapas de la formación de planetas, lleva a la pérdida de elementos volátiles. Esto ya era algo que se sospechaba, pero no teníamos pruebas experimentales que lo confirmaran», escribe James Day, autor principal del estudio publicado en Science Advances.
«Los experimentos de laboratorio apenas pueden alcanzar esas condiciones de alta presión y temperatura, pero se pueden ver en los subproductos de la prueba nuclear», añade Kun Wang, científico no involucrado en el trabajo.
Aunque a ojos de un neófito pueda parecer una conexión poco significativa, para los científicos proporciona evidencias empíricas que sustenten la principal teoría de la formación de nuestro pequeño satélite hace 4.500 millones de años fruto de una explosión.