La historia de cómo se formó la Luna es, a grandes rasgos, bien conocida por los científicos. Hace unos 4.500 millones de años, un enorme objeto celeste, probablemente un proyecto de planeta llamado Theia, chocó violentamente contra la joven Tierra. Los restos que salieron despedidos de la colisión formaron una densa nube que, por las leyes de la gravedad, se fueron uniendo hasta dar forma a lo que hoy es nuestro único satélite natural. Hasta ahora, se creía que este choque a gran velocidad había sido lateral, en un ángulo de unos 45º o más. Sin embargo, un equipo de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) ha encontrado nuevas evidencias que sugieren que la embestida no fue de lado, sino frontal. Lo cuentan esta semana en la revista Science.
Los investigadores analizaron siete rocas lunares traídas a la Tierra por las misiones Apolo 12, 15 y 17, así como seis rocas volcánicas del manto terrestre, cinco de Hawái y otra de Arizona. La clave para la reconstrucción del caso era una firma química revelada en átomos de oxígeno de las rocas.
Más del 99,9% del oxígeno de nuestro mundo es O-16, llamado así debido a que cada átomo contiene ocho protones y ocho neutrones. Pero también hay pequeñas cantidades de isótopos de oxígeno más pesados, O-17, que tienen un neutrón extra, y O-18, que tienen dos neutrones extra. La Tierra, Marte y otros cuerpos planetarios de nuestro Sistema Solar tienen una relación única de S-17 a S-16, cada uno con su huella distintiva.
Vía: abc.es/ciencia