Nos sumergimos en el interior del hielo de los polos de la mano de un investigador que los conoce muy de cerca.
Adolfo Eraso, químico y doctor en Geología, lleva prácticamente toda la vida estudiando las entrañas de los glaciares. Ha participado en numerosas expediciones a ambos polos, hoy mucho menos frecuentes debido a los recortes de presupuesto, y afirma sentirse ‘como un pato en alta mar’ en su despacho de Madrid cuando no está embarcado en alguna de sus aventuras.
Junto con Mª del Carmen Domínguez (Karmenka), profesora de matemáticas, Eraso puso en marcha el proyecto Glackma (Glaciares, Criokarst y Medio Ambiente), que utiliza los glaciares como indicadores naturales de la evolución del calentamiento global. Para ello han instalado una red de sensores que monitorizan diferentes parámetros relacionados con la pérdida de masa de hielo de los glaciares (lo que se conoce como descarga líquida glaciar) y se localizan en distintas latitudes de ambos hemisferios.
Las estaciones de medida funcionan desde el año 2001 y registran series temporales con intervalos de tan solo una hora, generando un volumen de 8.760 datos por año y parámetro medido en cada estación. «Tomamos cerca de veinte parámetros distintos», nos explica Eraso, «pero el principal es el caudal específico –volumen que sale del glaciar- referido a cada kilómetro cuadrado de área. Esto nos da idea de la cantidad de agua – que antes era hielo– que está perdiendo, y además nos permite comparar glaciares de distinto tipo.»
Los resultados preliminares ya indican que la descarga glaciar es inmediata y muy sensible ante cualquier variación de la temperatura ambiental, corroborando así la idea de que, efectivamente, las masas de hielo son buenos indicadores del calentamiento de la Tierra. «Entre 1987 y el 2001, el caudal específico medido en la estación que tenemos en la base española en la Antártida se duplicó, es decir, salía el doble de agua del glaciar. Y en los tres años siguientes la cantidad se volvió a doblar», nos comenta el investigador.
El hombre, responsable del aumento de CO2 en la atmósfera
La velocidad a la que se derrite el hielo polar no es casual, y los científicos tienen esta relación bien estudiada. «El hielo continental se forma a partir de la nieve. Cuando cae una nueva nevada sobre el hielo, queda aire retenido dentro en forma de burbujas, y estudiándolas podemos conocer cómo era la composición de la atmósfera cuando cayó la nevada en cuestión. Y como consecuencia hemos reconstruido el clima de la Tierra«, explica Eraso.
«El dióxido de carbono de la atmósfera alcanzaba un mínimo en las épocas glaciares de 130 ppm (partes por millón) y en épocas cálidas interglaciares subía a 220 ppm. Y eso ha funcionado hasta el siglo XIX. Alcanzó las 300 ppm por primera vez en 1910, y ha seguido subiendo debido a la actividad humana. Ahora ya hemos superado en valor promedio las 400 ppm y esto sigue aumentando de manera creciente. Mi hipótesis es que la función del aumento de población en la Tierra encaja perfectamente con la de aumento de dióxido de carbono.»
Los secretos de los glaciares
La actividad de Adolfo Eraso no se ha limitado a explorar la superficie de los glaciares sino que, como buen espeleólogo, también los ha visitado por dentro. Pero antes de sumergirse en el hielo, el investigador descubrió su pasión cuando bajaba pozos con su escuela de espeleología en Navarra. «Llegabas a un estrato impermeable en el que había ríos subterráneos, y al tomar las temperaturas me di cuenta de que estas iban en aumento. Para explicar este fenómeno, apliqué el efecto Joule, que analiza el comportamiento mecánico del calor. La circulación de estos ríos es turbulenta, por lo que se genera energía, y esto produce el aumento de temperatura observado».
Vía: Muyinteresante