
Para llevarla a cabo, se abre un boquete de unos 20 centímetros de diámetro que va a dar al rumen, la primera de las cuatro cavidades del aparato digestivo de las vacas donde se da una mayor actividad.
Una prótesis aparatosa que se asemeja a la tapa de un depósito de combustible no permite que la herida se cierre. Su inserción requiere cirugía y un postoperatorio de entre 4 y 6 semanas.
Porque del rumen pueden extraer microbios sanos que luego pueden transferir a animales enfermos para curarlos. Pero la PETA denunciaba en mayo de este año que es un proceso que no tiene en cuenta el sufrimiento del animal y que solamente se realiza para aumentar el rendimiento de la producción.
“Aunque algunos afirman que esto puede mejorar la salud de los animales, el procedimiento parece que beneficia en mayor medida son las industrias cárnicas y lecheras”, afirman en su web.
Lo confirmaba Maurice Eastridge, de la Universidad de Ohio, codirector de un estudio y a favor de esta cirugía, en el que se observaban a vacas operadas de este modo: “Hace años que ponemos el énfasis en investigar la nutrición de las vacas por su importancia en la producción de leche. (…) tenemos la esperanza de mejorar las recomendaciones alimentarias para productores de leche y para la industria ganadera en general”.
Porque analizando el bolo alimentario de estos rumiantes, pueden controlar que la nutrición sea más efectiva, el engorde más rápido y la producción de leche más abundante. Y es un procedimiento que registró por primera vez en 1931 Marie-Jean-Pierre Flourens en las Memorias de la Academia Royal de Ciencias.
¿Cómo te sentirías si te dijeran que has bebido leche o comido un filete de una vaca a la que se le ha hecho un orificio con fines productivos?
Vía: playgroundmag