A finales del año pasado nuestro astro rey completaba su vigesimocuarto ciclo. La actividad de nuestra estrella había alcanzado su límite, y entró en un letargo de más que cuestionables consecuencias para la comunidad científica.
Lo mismo sucedió en el intervalo de tiempo que comprenden los años 1645 a 1715. Las manchas solares desaparecieron casi totalmente de la superficie del Sol, descendiendo del orden de las 40.000-50.000 manchas a las 50 observables.
A este fenómeno se le conoce con el nombre de mínimo de Maunder, y provocó una pequeña pero intensa era de hielo de los siglos XV a XVII de nuestra era, al menos y que se sepa, en Europa y América del Norte.
El mínimo de Maunder, llamado así en honor al célebre astrónomo Edward Maunder, afectó a la cantidad de radiación que nuestro planeta recibía desde el Sol provocando una disminución brutal de las temperaturas. A efectos prácticos, está documentada la congelación del río Ebro en 7 u 8 ocasiones en ese mismo periodo de tiempo.