Históricamente, la capa de hielo que cubre al océano Ártico era capaz de soportar el sol veraniego, pero a causa de los efectos de gas invernadero que aceleran el calentamiento global, los veranos son más calientes en el Polo Norte, provocando que el hielo se derrita y que los glaciares se hundan en el océano. Como resultado, el nivel de mar sube y nos quedamos con un lago gigante de agua dulce, cada año más grande.
Fotografía por: Markus Gann