“Vamos a Noruega a pescar luces”, relato de Kiti

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Varios deseos me han perseguido desde que era un niño. Muchos de ellos, quedaron en el camino, como el de ser astronauta ¿Quién no lo ambicionó?, jugador de futbol, inventor, entre otros. Pero hubo uno que nunca se apagó. Por momentos era una luz tenue, pero siempre logró sobrevivir: poder ver “esas luces del cielo”, las llamadas auroras boreales.

Las auroras son fenómenos magnéticos que se propagan en ambos polos de la Tierra. Las del polo norte llevan el nombre de auroras boreales (las más famosas) y las del polo sur, auroras australes.

Sin meternos en definiciones científicas ni resoluciones astronómicas te voy a explicar fácilmente como saber cuándo y dónde verlas.

Sin importar al polo que vayas, las auroras boreales se generan todo el año, el tema es que para observarlas se necesita horas de ausencia de luz solar (igual que para ver las estrellas). Esta es la razón por la que deberías ir en los últimos meses de otoño, invierno o primeros meses de la primavera correspondiente a cada hemisferio ya que en esa época del año, los días en los polos tienen noches prolongadas. Recordá que cuando el hemisferio norte está en verano, en el hemisferio sur es invierno.

¿Te confundí? Perdón, ¡Culpa mía! En invierno, cerca de los polos, el amanecer comienza muy avanzada la mañana y muy temprano por la tarde nos abrazará el crepúsculo. Lugares como en el que yo estuve ningún rayo de sol tocará tu cara en invierno. ¿Suena algo deprimente cierto? Lo es, pero ya hablaremos de eso en otra ocasión.

Indice de perturbación del campo magnético

Primera conclusión

“El cuándo”, lo mejor es ir en invierno. ¡y qué invierno!

Y el otro factor vital es el índice Kp. No te preocupes que es simple, mientras más bajo es el número de Kp más intensidad tendrán las auroras, en otras palabras, más posibilidad de verlas. Por lo que buscar verlas resultó ser más sencillo de lo que creía.

Segunda conclusión

“El dónde”, lo más cerca posible del polo. Lo que sucede es que, en el hemisferio sur no existen poblados cercanos al polo sur, a diferencia del hemisferio norte, motivo por el cual las auroras boreales son las más conocidas.

Por razones muy complejas de explicar aquí…

¡Mentira!… encontré un vuelo a muy buen precio junto con un trabajo como voluntario en una ciudad llamada Tromso en Noruega; esta urbe está 400 km adentro del círculo polar Ártico, ¡sí! Muy muy al norte, ni yo me imaginaba que había vida por estos rincones y muchos menos tan grande (73.000 habitantes aproximadamente). Ya te la iré mostrando de a poco, pero antes mirá en que rincón del mundo se encuentra.

Tromso entre mar y montañas/ Ubicación Tromso (punto rojo)

Y para darte una idea de donde se ubicaría Tromso si estuviera en el hemisferio sur, tenemos que ir hasta la porción Argentina de la Antártida, pero bien adentro, mirá:


¡Llegamos a Tromso! ¡Qué frío! ¡Qué oscuridad!

Iglesia de la ciudad

Llegué de noche, agotado, así que decidí descansar y levantarme con el clarear del día, y así fue. El único detalle que esto sucedió a las 11:30 am. Me costó entenderlo, mi primera reacción fue pensar que el reloj del celular no se había actualizado, ¡pero no! el amanecer sucedía a esa hora, casi al medio día. De todas formas, me lo tomé con calma, relajado, sin apuro y como buen argentino había llevado mi mate así que desarmé la mochila, puse la pava y cuando cargué el termo para salir a caminar, algo confuso se adhería a la ventana: la noche. ¡sí, leíste bien! A la 1:50 pm ya había oscurecido.

Tercera conclusión

En estas latitudes, en invierno, poner la pava para el mate te lleva todo el día.

A las 3 de la tarde (o noche o tarde-noche o tardecita o nochecita, ¡no importa!), a las 3 pm salimos con Eugenio y mi amiga noruega Almut a una isla remota a las afueras de la ciudad, para esto recorrimos en un ferry uno de los famosos fiordos noruegos que son lenguas del mar que ingresan al continente creando paisajes bellísimos entre las montañas. Un cielo muy cerrado hizo nula la visibilidad… a la cama.

Camino a los Fiordos

Permitime, querido lector, tutearte y posponer mi encuentro con las luces del norte, ya tendremos veintidós horas de oscuridad por día para hablar de eso. Quiero contarte de otra maravilla que se hace presente aquí, este efecto nace y muere en los únicos 120 minutos de luminosidad del día. Muy pocos en sus relatos por estas tierras lo mencionan, la mayoría viene concentrado en las luces del norte, ¡se entiende! pero los locales que viven en estos pequeños poblados me lo hicieron notar, lo que bautizaron como “den blå timen” es decir: “la hora azul”.

Para que logremos juntos admirarlo necesito que te olvides que la noche y el día son fenómenos distribuidos casi equitativamente en un día de veinticuatro horas, dicho esto, necesito que con tu imaginación trates de crear el mundo que te contaré a continuación, seguime:

Casi las doce del mediodía: verás amanecer, todo se ilumina, la claridad baña todo lo que está a tu alrededor, el sol amaga a salir y … ¿en tu imagen hay rayos de sol que comienzan a dar directamente sobre alguna montaña? SACALOS, es sólo claridad, es sólo una luz que proviene detrás del horizonte, te lo había comentado al comienzo, no vamos a ver el sol en todo este relato.

¡Buen día, te regalo el amanecer  Vikingo!

Cerca de la una de la tarde (una hora después del amanecer): el sol está a su altura máxima, ha hecho un gran esfuerzo por asomarse, pero no lo logra (como aquel hermano menor que no alcanza a treparse en la tapia para buscar la pelota de fútbol) se queda ahí, espiando lo que sucede desde el otro lado de las montañas .

Y es precisamente en estos próximos diez minutos en que todo, absolutamente todo se tiñe de azul. Me gustaría poder pedirle ayuda a Di Benedetto, Borges, o Bolaño para trasmitírtelo, haré lo que pueda, confío en que tu imaginación cubrirá los vacíos de mi relato: los bosques inmaculados de nieve, las solitarias nubes que observan desde el cielo junto con los pájaros, el humo de alguna chimenea lejana, los acantilados rocosos, las costas, todo este inhóspito paisaje se refleja en el espejo de agua salada que ondula mansamente; el cielo que hasta aquí ha sido un mero observador toma sus puros y suaves tonos azules y se inmersa en mar, bañándose y devolviendo el reflejo de este paisaje teñido de azul; pareciera que los bosques, la nieve, las nubes, los pájaros, el humo, etc. retornaran a su lugar de origen pero matizados de azul. Todo este espectáculo te deja con la boca abierta, atónito. ¡miralo! Créeme, no tienen ningún filtro. La hora azul “den blå timen”

Cuando aún seguís asombrado sin entender mucho que sucede, más bien pensando que deberías visitar un oculista, empieza a atardecer vertiginosamente. Lo bauticé “El día en cámara rápida”, poder apreciar este baile celestial en sus tibios y efímeros tonos, en su versión temporal resumida, me ha mostrado con un cachetazo de frio polar los soberbios tintes que juegan al pasar las horas del día. En las latitudes donde la mayoría de nosotros vivimos este fenómeno se da en unas seis a ocho horas, y no como aquí que sucede en 2, por ende, al ser lentos y con cambios muy paulatinos no logramos apreciarlos realmente. ¡Pero están!

Tres de la tarde, oscuridad absoluta, ¡vamos adentro a comer salmón! (abundante por aquí) que pronto saldré a pescar luces, de caña usaremos la paciencia, de anzuelo nuestros ojos y la carnada: mucha ropa.

Relato y fotografías: Kiti Ferrero

Instagram: kiti_ferrero / Facebook: Kiti Ferrero

Seguí este relato de Kiti que consta de dos partes:

Parte 1: “Vamos a Noruega a pescar luces” Relato de Kiti
Parte 2: Llegó el momento, vamos a pescar luces


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