La escasez de lluvias mantiene en alerta a los productores del Litoral, Santa Fe y Buenos Aires, con los cultivos de maíz y soja atravesando un momento crítico. El estrés hídrico y las altas temperaturas están afectando negativamente el desarrollo de la producción agrícola.
La sequía continúa siendo el mayor obstáculo para el sector agropecuario argentino. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, el 45% de los lotes de maíz temprano y el 19% de la soja de primera se encuentran en estado regular o deficiente. Esta situación no solo impacta a los productores, sino también a las cadenas de valor asociadas, como la ganadería y los tambos, que dependen de estos cultivos para la alimentación del ganado.
El impacto del estrés hídrico y las elevadas temperaturas es especialmente grave en regiones como Entre Ríos, la zona núcleo pampeana y el sudoeste bonaerense. Aunque las lluvias al inicio del año permitieron la siembra, el déficit de agua actual pone en peligro el rendimiento de las cosechas. A nivel global, los mercados ya reflejan las consecuencias de la sequía en Sudamérica, lo que ha provocado un aumento en los precios de maíz y soja. Mientras tanto, los productores esperan con esperanza la llegada de lluvias que puedan aliviar la situación. De no ser así, las pérdidas podrían superar los 20.000 millones de dólares registrados en 2023.
La combinación de sequedad y las altas temperaturas previstas para las próximas semanas representa un desafío crítico. Si no se registran precipitaciones importantes en el corto plazo, la producción podría enfrentar una crisis aún mayor, afectando aún más a un sector ya golpeado por la carga fiscal y la crisis económica.