Te presentamos al fabricante de lluvias

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Hatfield gozaba de cierta celebridad por los resultados que decí­a obtener con su «acelerador de humedad», un producto quí­mico de su invención con una fórmula que guardaba en secreto celosamente.

California, 1915. La ciudad de San Diego atraviesa por la peor sequí­a de su historia. En su desesperación, las autoridades de la ciudad deciden recurrir a los servicios de Charles Hatfield, un curioso personaje que se autodenominaba «pluvicultor» pero que era más conocido como «el fabricante de lluvias». Hatfield gozaba de cierta celebridad por los resultados que decí­a obtener con su «acelerador de humedad», un producto quí­mico de su invención con una fórmula que guardaba en secreto celosamente.

El primer éxito documentado de Hatfield se remonta al año 1904. Un grupo de agricultores de Los Angeles leyeron los anuncios que Hatfield publicaba en los diarios de la región y le ofrecieron 100 dólares si conseguí­a hacer llover en sus campos. En el mes de abril, Charles Hatfield y su hermano Paul treparon al monte Lowe, en donde prepararon su producto especial y lo dejaron evaporarse en un par de toneles. Tal parece que finalmente llovió (no se sabe si por su acción o por simple efecto del clima) y su labor fue recompensada.

Charles Hatfield, fabricante de lluvias

Antes de presentarse en San Diego, su trabajo más resonante habí­a sido el que realizó en 1906 en Alaska, en donde se comprometió a hacer llover por la suma de 10 mil dólares. Luego de construir una torre de 70 metros de altura, colocó en su cima un depósito conteniendo su «acelerador de humedad» y se dispuso a esperar la lluvia. A pesar de que se formaron espesas nubes a lo largo de varios dí­as, la lluvia tan esperada no se presentó. Luego de un mes, la ciudad canceló el contrato con Hatfield y solamente le pagó 1100 dólares en concepto de viáticos.

Poco tiempo después trascendió que los hechiceros de una tribu india local habí­an saboteado los esfuerzos de Hatfield para hacer llover, y que los mismos indios ofrecieron traer la lluvia a un precio mucho menor.

Precedido por varias actuaciones de efectividad dudosa como las mencionadas, Hatfield llegó a San Diego en medio de una enorme ansiedad por hacer llover, ya que una sequí­a extrema estaba castigando duramente a la población. Se organizaron colectas y campañas para obtener donaciones que permitieran pagar la suma de diez mil dólares exigida por Hatfield, luego de una ardua negociación con las autoridades locales. Una vez cerrado el trato, Charles Hatfield y su hermano se abocaron a la construcción de una torre para que su quí­mico milagroso estuviera lo más cerca posible de las nubes. Tal como hicieron en Alaska, colocaron sobre la torre su «acelerador de humedad» y esperaron pacientemente que lloviera sobre la ciudad.

Pocos dí­as después, comenzó a llover, llover… y llover. La cantidad de lluvia caí­da fue descomunal; la ciudad de San Diego se inundó por completo. Los rí­os aumentaron su caudal hasta salirse de cauce y provocar más inundaciones. Varios puentes fueron arrancados de sus bases y miles de hectáreas terminaron cubiertas por las aguas. Lo peor sucedió cuando dos represas de la región rebalsaron y una tercera reventó por el exceso de agua acumulada, causando decenas de ví­ctimas mortales y cuantiosos daños materiales.

Cuando Hatfield quiso cobrar la suma pactada, el gobierno de la ciudad se negó a pagarle y le exigió una compensación millonaria por los daños causados por el temporal. Hatfield afirmó que la ciudad no estaba preparada para semejante caudal de agua y que ello no era su culpa; él se habí­a comprometido a hacer llover y habí­a cumplido con su palabra. Así­ que la causa fue a parar a los tribunales, en donde un juez decretó que la lluvia habí­a sido «un acto de Dios». De ese modo, Charles Hatfield no era el responsable por la tragedia de la inundación de San Diego. Sin embargo, continuó insistiendo con cobrar por su trabajo durante muchos años después, sin conseguirlo.

Jamás podremos saber cuáles eran los 23 productos quí­micos que componí­an la fórmula del acelerador de humedad, ya que Hatfield se llevó el secreto a su tumba, al morir en el año 1958.

Para saber más (enlaces en inglés):

8 Comments

  1. heiker mendoza

    si hay tan siquiera un pelao una cosa rara no sera una lluvia la que pedire a yhwh un diluvio ande en paz y feliz navidad

  2. HEIKER MENDOZA

    ESTO ES PARA QUE LO TENGAN CLAROS MIS ADVERSARIOS LEAN LO QUE ESCRIBI EL 27 A LAS 14.20 PERO SIN FELIZ NAVIDAD SI QUE SERA UN HORRIBLE COMIENZO DE AÑO SI NO SE APEGAN A LA PAZ NO CONFUNDAN LA HUMILDAD DE MI PARTE CON COBARDIA ES UN CONSEJO NO ME SUBESTIMEN PUES AL ETERNO ES AL QUE PIDO QUE AMIS ENEMIGOS ME LOS ENTREGE PUES EN VERDAD YO ANDO SOLO PERO PERO YA NO TENGO MIEDO ASI QUE CONJAN PAUSA Y ANDEN EN PAZ

  3. heiker mendoza

    cojan pausa y feliz año 2010

  4. heiker mendoza

    cojan pausa pues andan en una desistan anden en paz

  5. heiker mendoza

    en verdad le hago esta llamado paz es la consigna pero con la que un den paso raro y seran repelidos severamente por el arpa asi que conjan pausa y anden en paz

  6. heiker mendoza

    en la maquina 29 de los juegos esta otro pero no le paren bola todos aqui moriran desde el mas grandeal mas pequenño si trantan algo

  7. andan como locos piensen en paz

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