En la Patagonia, unos científicos han descubierto un fósil de 165 millones de años que arroja luz sobre la evolución de ranas y sapos.
En enero de 2020, un equipo de paleontólogos argentinos y chinos realizó una expedición al sur de la Patagonia con el objetivo de hallar restos de dinosaurios. Sin embargo, en lugar de fémures, vértebras o dientes, uno de los investigadores descubrió un hallazgo mucho más pequeño pero significativo: el fósil de un renacuajo, el más antiguo conocido hasta la fecha.
“Está excepcionalmente conservado”, comentó la bióloga argentina Mariana Chuliver, investigadora en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara y primera autora del estudio. “Ofrece información crucial sobre la evolución del ciclo de vida de los anuros, que incluyen ranas, sapos y ranas toro”. Este fósil, hallado en la Formación La Matilde, en el noreste de Santa Cruz, mide 16 cm y data de entre 168 y 161 millones de años, perteneciendo a una especie llamada Notobatrachus degiustoi, un ancestro de los anuros modernos, de los cuales existen aproximadamente 4200 especies actualmente distribuidas por el planeta. Estos anfibios presentan un ciclo vital que comprende una fase larvaria acuática (renacuajo) y una fase adulta y reproductiva (rana).
En la misma región, numerosos ejemplares adultos de Notobatrachus degiustoi han sido descubiertos en exploraciones geológicas desde el primer hallazgo en 1956 por el paleontólogo argentino Osvaldo Reig y el geólogo Pedro Stipanicic, aunque nunca se habían encontrado renacuajos de tal antigüedad.
Un hallazgo inesperado
El equipo salió en busca de dinosaurios, particularmente aves del Jurásico, que son raras en la Patagonia argentina. Según el paleontólogo Matías Motta, el descubrimiento fue totalmente inesperado.
“Recogí una piedra cercana y al girarla noté una serie de pequeñas vértebras articuladas y un contorno que parecía una cola. Se lo mostré a mis compañeros y nos dimos cuenta de que se trataba de un renacuajo fosilizado que incluía huesos, ojos y cola”, relató.
Desde entonces, este fósil ha sido objeto de estudio por parte de Chuliver y su equipo, especializados en la evolución y morfología de anfibios y reptiles. “Mi reacción inicial fue de asombro, ya que encontrar un renacuajo después de tantos años buscando adultos en esa área fue totalmente sorprendente”, explicó. En la roca también se pueden observar impresiones de los ojos, nervios, partes del cráneo y la columna, además del contenido estomacal y las extremidades. Gracias a su notable conservación, el equipo pudo determinar que los renacuajos de esa época ya filtraban partículas de alimento a través de sus branquias.
Agustín Scanferla, otro investigador de la Fundación Azara, subrayó la importancia del hallazgo. Este ejemplar excepcionalmente conservado ha permitido, por primera vez, inferir la existencia de un sistema de filtrado branquial en los renacuajos, lo que representa un avance anatómico significativo en su ciclo vital.
Un descubrimiento notable
Hace 165 millones de años, esta especie habitaba un entorno tropical, alcanzando los 16 cm de longitud y viviendo en lagos y cuerpos de agua grandes pero poco profundos. Compartía su hábitat con pequeños mamíferos, dinosaurios y camarones de agua dulce.
Este renacuajo, con su longitud de 16 cm, se sitúa por encima del umbral del gigantismo. Al igual que otros fósiles recolectados anteriormente, este hallazgo ayuda a entender mejor la evolución de este grupo de anfibios. Por ejemplo, una de sus extremidades sugiere que esta larva estaba en las etapas finales de la metamorfosis.
Referencia de la noticia:
Chuliver, M., Agnolín, F.L., Scanferla, A. et al. The oldest tadpole reveals evolutionary stability of the anuran life cycle. Nature (2024).