La deslumbrante belleza microscópica de los mohos del limo

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El comportamiento de una de las criaturas más humildes de la naturaleza vista en macrofotografía deslumbra por sus formas y tonalidades. Mira las fotos y descubrí otro mundo.

El organismo unicelular, conocido como moho del limo (Physarum polycephalum), construye redes filamentosas complejas en busca de alimento, encontrando vías casi óptimas para conectar diferentes ubicaciones. Muchos científicos lo han estudiado cuidadosamente y se orientan para comprender también al mismísimo universo.

Las imágenes son sorprendentes, más allá de las colinas onduladas y las hermosas puestas de sol son maravillosas, sí: pero lo que realmente me intriga son las pequeñas y extrañas cosas que solo se encuentran bajo las hojas podridas y lo que parece estar oculto a la vista. Los pequeños detalles que pasan desapercibidos, algo tan increíblemente pequeño de lo que no se puede entender el alcance total de lo que se está viendo sin la posibilidad de hacer zoom. Los mohos de limo de la Hemitrichia calyculata abren sus tapas y dejan salir sus pequeñas y arrugadas esporas. Es como la vida extraterrestre.

Imagen: Del fotógrafo Barry Webb

La belleza microscópica de los mohos del limo

El moho del limo es una gran clasificación de protistas ameboides y viscosos que se alimentan de madera, flores, frutas o cualquier tipo de material vegetal muerto, bacterias, levadura y esporas de hongos. Se caracterizan por medir entre uno o dos centímetros, pero algunas veces algunos de ellos llegan a medir varios metros, y suelen tener colores brillantes.

Cada ameba unicelular es increíblemente eficiente a la hora de encontrar alimento y puede formar grandes masas para engullir la vegetación. Esto es debido a que producen esporas que son recogidas por el viento o los animales, permitiéndoles comenzar una nueva vida.

Imagen: Del fotógrafo Barry Webb

Un estudio realizado por investigadores del Intistito Wyss de la Universidad de Hardvard y del Centro de Descubrimiento Allen de la Universidad de Tufts, ha revelado cómo estos organismos, sin poseer un cerebro ni sistema nervioso, usan su cuerpo para detectar señales mecánicas en su entorno para realizar cálculos y decidir la dirección en la que tendrá que crecer. Estos resultados se obtuvieron sin dar al organismo alguno tipo de señal química alimentaria que influyera en su comportamiento.

Imagen: Del fotógrafo Barry Webb
Imagen: Del fotógrafo Barry Webb
Imagen: Del fotógrafo Barry Webb

Con información de: https://ecoosfera.com/ https://my.olympus-consumer.com/

Imagen de portada de la nota: Imagen: Del fotógrafo Barry Webb

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