Los cazadores del lago perdido

Durante años, los investigadores de la base antártica Vostok extrajeron trozos de hielo de las profundidades para analizar el clima del pasado, cada vez más lejos de la superficie. Pero de pronto, las capas de hielo prehistóricas se interrumpieron abruptamente.

En la década de 1990, un equipo de perforación ruso encontró algo peculiar a 3 kilómetros de profundidad, bajo uno de los lugares más frí­os y desolados de la Tierra.

Sin que los rusos lo supieran en ese momento, su perforación se habí­a topado con uno de los mayores lagos de agua dulce del mundo; una cuenca de lí­quido cristalino cuyo ecosistema se habí­a mantenido apartado del resto del planeta durante millones de años.

Hace mucho, mucho tiempo la Antártida fue un continente templado, pleno de vegetación y vida salvaje. Pero millones de años atrás, las masas de Australia y Sudamérica se desprendieron de la Antártida. Las corrientes oceánicas comenzaron a circular alrededor del Polo Sur, llevando las aguas más cálidas hacia el norte. Al no tener corrientes de agua templadas que moderasen la temperatura, pronto se formó una gruesa capa de hielo sobre las tierras fértiles de antaño.

Unos 40 millones de años después, los investigadores del Comité de Investigación Antártica instaron a los rusos a detener las excavaciones para evitar la contaminación del agua subterránea. Los sistemas de radar y de observación satelital lograron atravesar virtualmente la gruesa capa de hielo antártica, determinando la existencia de un enorme lago de casi ocho mil kilómetros cuadrados de extensión.

Este lago subglacial, separado de la luz solar por una capa de hielo de tres kilómetros de espesor, es enormemente frí­o y oscuro. La temperatura del agua es de 3 grados Celsius bajo cero. Si bien se encuentra por debajo del punto de congelamiento, el agua del lago mantiene su estado lí­quido debido a la intensa presión ejercida por la capa de hielo polar. De acuerdo a los estudios llevados a cabo en la estación Vostok, el lago fue cubierto totalmente por el hielo hace 25 millones de años aproximadamente.

Tras el descubrimiento de este lago prehistórico, comenzaron las especulaciones sobre cómo serí­an los seres vivos que lo habitan, si es que existe alguno. El entorno es similar al que podrí­a encontrarse en algunos objetos celestes del sistema solar, por ejemplo Europa, la luna de Júpiter. Es decir que si efectivamente se encuentran microorganismos vivos en el lago, también podrí­an existir seres similares en otros mundos. No es descabellado suponer que existan minúsculas criaturas con un alto nivel de tolerancia al frí­o, pero luego de millones de años de aislamento evolutivo, sus caracterí­sticas serí­an totalmente diferentes a los seres vivientes conocidos.

En la actualidad, los investigadores están intentando conseguir la forma de investigar el ecosistema del lago sin alterar su naturaleza prí­stina. La introducción de cualquier organismo o quí­mico desde la superficie podrí­a contaminar las aguas de manera irreversible, e incluso existe la pequeña pero real posibilidad de que existan organismos nocivos para los seres humanos. Hasta ahora, la mejor opción consiste en el uso del criobot, una pequeña sonda con un extremo caliente que irí­a derritiendo el hielo durante su descenso, que al llegar al lago podrí­a lanzar un hidrobot para tomar imágenes y mediciones del entorno.

Si la ciencia consigue explorar este intrigante lago subglacial, los resultados serí­an muy valiosos, cualesquiera que fuesen. Si se descubre que el lago es completamente estéril, sus aguas desoladas proporcionarán a los cientí­ficos un lí­mite práctico para la presencia de vida. Pero si de hecho se encuentran seres vivientes nadando en las aguas del lago, aun cuando fuesen microscópicos, su presencia demostrarí­a la posibilidad concreta de hallar vida en otras lunas o planetas muy diferentes a la Tierra.