Alarmante reducción de los bosques naturales argentinos

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Sólo en la Argentina, a principios de 1900 existían cien millones de hectáreas de bosque naturales, y en la actualidad, sólo quedan 30 millones.

Alejandro Dezzotti es profesor de Ecología de la Universidad Nacional del Comahue en la sede San Martín de los Andes (Argentina). Con formación de grado en Biología y de posgrados en Ecología y Manejo Forestal, desarrolla su periodo sabático en el Instituto de Gestión Forestal Sostenible (iuFOR), centro mixto UVa – INIA, ubicado en el Campus de Palencia. Él lo eligió como destino por ser “referencia a nivel global sobre educación e investigación vinculada a la conservación y gestión de los ecosistemas forestales mediterráneos». Y sobre estos bosques con repoblaciones de pinos, ha dedicado sus investigaciones por la similitud existente entre ambas regiones, su Patagonia natal y el centro de la Península Ibérica. Habla en esta entrevista del drama forestal que ha vivido su país al perder un 70 por ciento de su masa forestal natural desde principios del siglo XX y la importancia de su conservación para mitigar el cambio climático.

Mi estancia en la UVa es parte de un periodo sabático anual que finalizaré el próximo mes de agosto, cuando regrese a la Argentina si la situación provocada por el coronavirus me lo permite. Mi objetivo durante este tiempo ha sido conocer los ecosistemas naturales y artificiales, y en particular los bosques húmedos y mediterráneos de España. Además, mi propósito ha sido intercambiar experiencias científicas y pedagógicas con profesores e investigadores, y que finalmente puedan convertirse en proyectos conjuntos de docencia e investigación. De hecho, nos gustaría que los investigadores del instituto puedan colaborar en los proyectos que tenemos en marcha allí.

¿Y por qué eligió la Universidad de Valladolid, en concreto el Instituto de Gestión Forestal Sostenible?

La verdad es que España ejerce un especial interés en mí por los aspectos culturales e históricos. Y te voy a poner un ejemplo. En la Argentina, los pinos fueron introducidos ha finales del siglo XIX, y los primeros registros incluyen al «pino piñonero» Pinus pinea español. Esta especie es además la del «pino» de la localidad histórica de San Lorenzo, en la que descansó José de San Martín el 3 de febrero de 1813. Y los padres de este hombre célebre de la Argentina, Juan de San Martín y Gregoria Matorras, nacieron cerca de Palencia.

Además, desde el punto de vista científico, el iuFOR es una referencia global sobre educación e investigación vinculada a la conservación y gestión de los ecosistemas forestales mediterráneos. Mi interés principal por este campus de Palencia ha sido acercarme para conocer más en profundidad este tipo forestal, que, aunque en la Argentina tiene una representación marginal, en la región en la cual desarrollo mis actividades universitarias tiene una relevancia central. En esta área se encuentran repoblaciones forestales con pinos similares a los de los ecosistemas mediterráneos, particularmente del centro y sur de España. El resultado ha sido una estancia en la que he visto gran calidad tanto de las autoridades, profesores, técnicos, becarios y estudiantes del iuFOR, que me recibieron y, debo decir, que me tratan muy bien.

¿Cuál ha sido el motivo de comparar las repoblaciones forestales de ambos países?

En ambos países existen plantaciones forestales que se diferencian entre sí. En la Argentina, un tipo particular son las plantaciones subtropicales de Pinus y Eucalyptus que se desarrollan en el noreste, en las provincias de Misiones y Corrientes, que no son como las de la Península Ibérica, básicamente porque el clima es muy diferente. Sin embargo, en ambos países también existen plantaciones de pino que se desarrollan adecuadamente en condiciones continentales semiáridas, con inviernos fríos y húmedos y veranos cálidos y secos, asociadas a un clima mediterráneo. En la Argentina, se encuentran en el noroeste de la Patagonia y la especie dominante es la exótica P. ponderosa, mientras que en España, ocupan el centro y el sur del país y están representadas por un conjunto de pinos nativos como P. halepensis, P. nigra, P. pinaster, P. pinea y P. sylvestris.

En esa comparación, usted ha señalado la existencia de una apreciación negativa, desde el punto de vista ambiental, de las repoblaciones de pinos.

Una cuestión que llamó mi atención, básicamente porque no la esperaba encontrar en regiones tan distantes entre sí, se relacionó con cierta valoración negativa de los aspectos ambientales de estos sistemas, y que aparece en la literatura relativamente moderna. Sobre todo, era más comprensible en la Argentina, ya que los pinos son especies exóticas; las especies de pino son originarias del hemisferio norte. Es curioso que esto mismo ocurriera en España con los pinos autóctonos. Pienso que esa apreciación está cambiando.

¿Y esto es cierto? ¿son peores los pinos para las repoblaciones que otras especies forestales?

Las plantaciones, adecuadamente gestionadas, pueden contribuir significativamente a resolver una enorme cantidad de problemas ecológicos asociados a la erosión del suelo, la pérdida de diversidad biológica, la deforestación del bosque natural, la degradación y destrucción de ecosistemas y la mitigación del cambio climático global. Y pueden ofrecer además bienes imprescindibles, en general y sobre todo para enormes sectores vulnerables de la sociedad. Afortunadamente, estamos comprendiendo que no existen plantas ni sistemas productivos intrínsecamente malos, y que finalmente todo depende de nuestra responsabilidad como sociedad y como gestores de esos ecosistemas.

¿Usted es defensor de las repoblaciones con pinos?

Hay que tener en cuenta en qué contexto ambiental y con qué objetivos se desarrollan estas repoblaciones, en general y particularmente en la región noroeste de la Patagonia Argentina y en la zona central de España. En ambas áreas, se llevan a cabo básicamente para restaurar suelos degradados, controlar la erosión y generar biomasa (aunque en España producen otros bienes forestales muy valiosos como la resina y el piñón). Los pinos además se desarrollan en condiciones extremadamente difíciles ya que pueden tolerar temperaturas extremas y escasez de agua; existen pocas especies de árboles que soportan estas condiciones climáticas. En el noroeste de la Patagonia argentina, se plantan en zonas donde el invierno es muy frío y el verano, muy caluroso y seco; el clima mediterráneo de la Patagonia argentina es más frío que el español.

En la Argentina, además las repoblaciones con pino están ayudando a crear las condiciones ambientales para que otras especies de árboles autóctonos puedan desarrollarse. Es decir, que estas plantaciones pueden ser el primer paso a un proceso de restauración del bosque natural, en condiciones climatológicas y edafológicas más extremas.

En su país, ¿se están desarrollando programas de forestación?

En la Patagonia, la política de forestación es cíclica; comenzó en la década de 1970 con mucho impulso y se sucedieron periodos donde esta actividad se promovió activamente, lo que permitió alcanzar las 100.000 hectáreas actuales de plantación. En la actualidad, lamentablemente, esta actividad compite con los usos de la tierra tradicionales, como la ganadería extensiva, o con proyectos urbanísticos que resultan muy rentables y la tasa de forestación es muy baja.

¿Qué nos aportan los bosques?

Los bosques naturales y artificiales, es decir, tanto aquellos que se desarrollan sin la intervención humana, como los que se originan a través de la forestación, proveen bienes esenciales que son irreemplazables para la humanidad, a los que se los denomina servicios ecosistémicos. Esta contribución directa e indirecta del bosque al bienestar humano y al conjunto de la biósfera, son por ejemplo aquellos servicios de provisión (madera, fibra, bioenergía, pasturas, medicinas), socioculturales (aspectos paisajísticos y ecoturismo), de regulación (control de la erosión y la sequía, mantenimiento de la calidad del agua y el aire, el control de enfermedades), y de soporte (polinización, ciclo de nutrientes, control biológico y conservación de la diversidad).

La deforestación y la degradación de los ecosistemas forestales va unida a la pobreza. Es imposible que exista una conciencia de conservación ambiental en aquellos sectores de la sociedad que no tenga acceso a los bienes y servicios básicos. En particular, la gente necesita justificadamente el bosque para abastecerse de madera, para construir sus viviendas, y leña para la calefacción y la cocina. En este sentido, el papel del Estado para proteger a estos sectores vulnerables y los recursos naturales es clave.

Sólo en la Argentina, a principios de 1900 existían cien millones de hectáreas de bosque naturales, y en la actualidad, sólo quedan 30 millones. Es decir, hemos perdido para siempre el 70 por ciento de nuestra masa forestal autóctona. La causa principal actual de este fenómeno está asociada al cambio de uso del suelo forestal a agrícola, ganadero y urbano. La deforestación es una tragedia cuyos efectos ecológicos y sociales son muy graves, y que en mayor o menor medida ocurre en todos los países.

Puede explicar además en qué medida pueden ayudar estas repoblaciones a mitigar el cambio climático.

Las plantaciones forestales tienen un papel clave en la mitigación del cambio climático asociado a la actividad humana, y que se suma a la variabilidad natural del clima. Un factor central que determina la mayor temperatura del aire es el aumento de la concentración de CO2 (ya en 1896, Svante Arrhenius, Premio Nobel de Química, estableció que la duplicación de la concentración de este gas podría incrementar la temperatura 4 ó 5 grados).

Vía: dicyt

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