Cuando llega el invierno al Lago Baikal, en pleno corazón de Siberia, se puede asegurar con firmeza que es allí donde nace el auténtico reino del hielo.
Este enclave ruso emerge cual paraíso congelado de suelo grueso, recio y casi transparente. Capaz de soportar que se posen sobre él un buen número de vehículos de gran tonelaje sin que durante meses aparezca una sola grieta. El Baikal es creador de formas imposibles y prístinas, de juegos de sombras, de burbujas que no tuvieron tiempo de llegar a la superficie sin solidificarse. De luces verdes sobresaliendo en una capa de nieve que se asemeja al polvo de desierto. Y donde las cuevas de hielo se forman con puntiagudas estalactitas en islotes, cabos y bahías. Así es el lago más profundo de la Tierra y uno de los más grandes de Asia. Que cuando aparecen los gélidos vientos siberianos los barcos permanecen varados en una orilla indeterminada.
Con 31494 km² de superficie, 636 km de largo, 80 km de ancho y 1680 m de profundidad (reconocidos hasta el momento), el lago Baikal es el mayor de los lagos de agua dulce y el más profundo del mundo. Contiene 23600 km³ de agua, equivalente al 20% del agua dulce no congelada de todo el planeta. En la tradición rusa, el lago es llamado «mar», y en las lenguas buriata y mongola es llamado «Dalái-Nor», el «Mar Sagrado».
Se calcula que la formación del lago Baikal data de hace 25-30 millones de años, siendo uno de los lagos más antiguos en términos de historia geológica (posteriores son el lago Tanganica del noreste de África, y el lago Biwa de la isla de Honshu en el centro de Japón). Entre los grandes lagos de altas latitudes, es el único que no ha visto sus sedimentos afectados por glaciares continentales.
Investigaciones de los sedimentos hechas en la década de los 90 del siglo pasado proveen una relación detallada de variación climática durante los pasados 250.000 años. Se esperan investigaciones más detalladas. Si se sacara todo el sedimento acumulado, el lago alcanzaría 9 km. de profundidad.