Al igual que nosotros, los humanos, los peces también tienen conos y bastones en la retina. Los primeros, en ambas especies, son los responsables de la visión en colores, mientras que los bastones actúan en condiciones de baja luminosidad, aunque normalmente su vista está clavada hacia abajo mientras nadan.
Mientras los peces más rápidos nadan a una velocidad de 113 kilómetros por hora, ningún humano ha logrado ni siquiera alcanzar los seis kilómetros por hora. Incluso la velocidad de los submarinos más rápidos solo alcanza los 80 kilómetros por hora.
Cómo logran los peces llevar a cabo tal hazaña es un misterio. Físicos, biólogos e ingenieros llevan décadas intrigados por el característico movimiento ondulatorio y las fuerzas hidrodinámicas que generan. Ahora la ciencia ha dado en la tecla con uno de los misterios más llamativo en el mundo de los peces ¿ Por qué los peces miran hacia abajo mientras nadan? y esto es lo que revelaron.
Un nuevo estudio publicado en Current Biology ha descubierto por qué algunos peces miran hacia las profundidades mientras nadan. Se debe al mismo motivo por el que nosotros prestamos atención (a veces, otras no tanto) a dónde ponemos los pies.
Con esto no queremos decir que los peces puedan dar pasos como nosotros, sino que mirar hacia abajo constantemente les ayuda a controlar su movimiento en agua que también está en movimiento.
Para realizar la investigación, los científicos diseñaron un modelo computacional que incorpora simulaciones del cerebro de pez cebra, su hábitat natural y su comportamiento natatorio. El análisis del modelo sugiere que mirar todo el rato hacia abajo sería un comportamiento adaptativo del pez, comportamiento que le sirve para estabilizarse en una corriente de agua.
Estabilizarse en aguas que están en movimiento puede ser algo complicado, más si hablamos de peces pequeños. Estos tienen que estar continuamente maniobrando solo para mantener su posición. El reajuste constante se consigue gracias, en parte, a las señales visuales. Si el fondo se mueve, por poner un ejemplo, será el momento de estabilizarse.
Tener puntos de referencia fiables bajo el agua no es tarea sencilla. En tierra firme contamos con muchos objetos fijos, como árboles y edificios, que nos ayudan a medir el movimiento.
“Es como estar sentado en un vagón de tren que no se mueve. Si el tren contiguo al tuyo empieza a alejarse de la estación, puede hacerte creer que tú también te estás moviendo”, explica la autora principal del estudio, Emma Alexander, informática de la Universidad Northwestern. “La señal visual del otro tren es tan fuerte que anula el hecho de que todos tus otros sentidos te dicen que estás sentado. Es exactamente el mismo fenómeno que estudiamos en los peces. Hay muchas señales de movimiento engañosas por encima de ellos, pero las más abundantes y fiables son las del fondo del río”.
El equipo estudió al pez cebra en el laboratorio utilizando luces LED en los tanques para crear patrones de movimiento. El pez cebra no mueve los ojos para mirar a su alrededor como hacemos nosotros y es que sus ojos ofrecen un campo visual suficientemente amplio. No tienen, pues, la necesidad de moverlos. Lo que sí hace es empezar a nadar cuando ve patrones de movimiento debajo de él. “Si se pone un vídeo con rayas en movimiento, los peces se mueven con las rayas”, explica Alexander.
Además del estudio en laboratorio, los investigadores se desplazaron a la India, donde viven los peces cebra salvajes, pues es en el hábitat natural donde se ha producido la evolución de su comportamiento.
Los científicos colocaron cámaras de 360 grados en cajas impermeables en siete arroyos y luego controlaron a distancia un brazo robótico para mover las cámaras, simulando el campo visual del pez cebra salvaje.
“Nos permitió poner nuestros ojos donde estarían los de los peces, de modo que se ve lo que ven los peces”, dijo Alexander. “A partir de los datos de vídeo, pudimos modelar escenarios hipotéticos en los que un pez simulado se movía arbitrariamente por un entorno realista”.
Los investigadores introdujeron los datos de estos experimentos en algoritmos para estudiar el flujo óptico, o el movimiento aparente del escenario a través del campo visual. Descubrieron que, tanto en el laboratorio como en la naturaleza, el pez cebra utiliza la información de su campo visual inferior para determinar su movimiento. “Unimos todo en una simulación que demostró que, de hecho, se trata de un comportamiento adaptativo”, dijo Alexander.
Este estudio se centra en el pez cebra, que vive en aguas poco profundas. Los investigadores desconocen cómo se comportan los peces que habitan las profundidades del océano.
Esta investigación podría servir para el desarrollo de mejores robots, imaginemos robots inspirados en peces, y visión artificial.
Con información de: https://noticiasambientales.com/