La «vieja del agua» catalogada como un pez peligroso para los ecosistemas en México

En México se la conoce como «pez diablo» y representa una sería amenaza para los seres vivos que habitan las aguas tropicales.

Este curioso pez, de poco agradable aspecto exterior, posee unas placas o escudos óseos que lo recubren, como si fuera una armadura. Alcanza hasta los 50 cm de largo. De coloración negro pardusca, posee grandes placas en la zona dorsal y flancos, presenta una aleta dorsal pronunciada, espinosa en sus rayos y una cola de generosas dimensiones. Su aleta ventral es mayor que la anal. La boca, diminuta con respecto al cuerpo, presenta dos «bigotes» o barbillones – a modo de sensores como los bagres-. El fondo del cuerpo es plano y también provisto de placas menores, de coloración menos intensa pero siempre dentro de la gama de los pardos- negros.

Actualmente, como consecuencia de las precipitaciones cada vez más poderosas que azotan los trópicos, diversas especies invasoras se están estableciendo en los cuerpos de agua mexicanos. Quizá una de las más difíciles de combatir es el pez diablo, cada vez más común en los ríos y presas de México como consecuencia de las inundaciones extremas. Después de más de dos décadas de luchar contra la plaga, las autoridades locales todavía no logran ganar la batalla.

Cartílago, espinas y agresividad

El año pasado, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas de México alertó a la población aledaña a las áreas naturales protegidas en Coahuila sobre las medidas necesarias para controlar la llegada del pez diablo. Con generalmente 40 centímetros de longitud en la naturaleza, el Hypostomus plecostomus chupa las algas de las cuencas mexicanas. El mismo problema se ha detectado en Quintana Roo, al sureste del país, según medios locales.

A diferencia de otros peces, esta especie no cuenta con escamas. Por el contrario, protege su cuerpo con cartílagos y espinas, que utilizan para luchar entre sí y contra otros animales. Además, es sabido que son animales particularmente agresivos. La crisis climática global ha provocado que su ecosistema natural se modifique, por lo que han buscado espacios que se adecúen más a sus necesidades biológicas.

De manera oportunista, ha utilizado las lluvias y ciclones cada vez más fuertes para invadir cuencas y cuerpos de agua salada. Además de ser una especie agresiva, han demostrado resistencia al momento de salir del agua: pueden sobrevivir hasta 14 horas fuera de la corriente. Por medio de las inundaciones, se inserta en estos nuevos espacios, terminando con las especies nativas que encuentra a su paso.

Una batalla difícil de ganar

Sólo en el estado de Quintana Roo, en colaboración con los pescadores de la localidad de La Unión, las autoridades lograron capturar 400 ejemplares de pez diablo en 2020. No han sido suficientes. En contraste, no existen cifras claras para el caso de la cuenca de Don Martín, al norte del país.

El problema radica en que esta especie, venida de países más australes en América Latina, aprovecha los recursos de estos ecosistemas y desestabiliza el equilibrio que antaño existía en ellos. De esta manera, incide directamente en la cadena alimentaria de las cuencas y ríos mexicanos. Además de esto, tiene una capacidad impresionante de adaptación, lo que lo vuelve todavía más resistente a sus depredadores naturales.

El control de esta especie invasora aqueja todavía a las autoridades mexicanas. Incluso lo han denominado como «especie exótica invasora perfecta«, ya que su morfología, fisiología y comportamiento acentúan su potencial para adueñarse de los ecosistemas en los que se instala. Hoy, otras especies como la tilapia son depredadas por el pez diablo, que les está dejando poco espacio para restablecer sus poblaciones de manera saludable.

Con información de: https://www.ngenespanol.com/

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