Ganamos la Luna, pero perdimos algo por el camino. Nuestro único satélite natural se formó hace unos 4.500 millones de años a partir de la colisión contra la Tierra de otro cuerpo del tamaño de Marte bautizado como Theia.
Esa es la teoría en líneas generales, aunque los detalles varían en las distintas hipótesis de cómo pudo suceder ese brutal choque.
Una nueva investigación dirigida por la británica Universidad de Durham ha recreado los diferentes escenarios propuestos para concluir que, según el tipo y la violencia del impacto, la Tierra se habría despedido de entre el 10% y el 60% de su atmósfera durante el evento.
«El acertijo sobre cómo se formó la Luna y las otras consecuencias de una colisión gigante con la Tierra primitiva es algo sobre lo que los científicos trabajan arduamente», apunta Jacob Kegerreis, del Instituto de Cosmología Computacional en Durham.
Atmósfera de la Tierra: destrucción completa
Las simulaciones, dadas a conocer en «Astrophysical Journal Letters» (la investigación, prepublicada en arxiv), demuestran que la pérdida atmosférica dependería del tipo de impacto. Cambiar una o más de las variables planteadas puede llevar a una pérdida de la atmósfera o, a veces, a la destrucción completa del planeta impactado.
Y en ocasiones ocurre al revés, se produce una ganancia. Los impactos gigantes lentos entre planetas jóvenes y objetos masivos podrían agregar una atmósfera significativa a un mundo si el impactador también tiene una considerable.
En el caso de la Tierra, «creemos que sufrió al menos un impacto gigante tardío, formando la Luna en el proceso, y sabemos que su atmósfera tiene una historia complicada de pérdida y crecimiento, que culmina en la que alberga la vida actual», indica Kegerreis en un correo electrónico a este diario.
«La erosión de la atmósfera por impactos gigantes es una pieza emocionante de ese rompecabezas y podría ser una nueva forma de ayudar a restringir las ideas en competencia sobre cómo se formó la Luna. Quizás haya cinco o seis ideas populares para el tipo de escenario de impacto. Nuestros resultados indican cuánta atmósfera se habría perdido en cada caso: alrededor del 10% para el más leve, hasta el 60% para el más violento», explica.
Impacto rasante
Según el investigador, las consecuencias para la Tierra, o para otros planetas, dependen completamente del tipo de impacto. «Las colisiones frontales rápidas pueden eliminar fácilmente una atmósfera completa junto con parte del manto exterior, mientras que un impacto muy rasante podría permitir que gran parte de la atmósfera sobreviva relativamente tranquila», describe.
Estas colisiones también afectan drásticamente al resto del planeta, «dispersando los escombros en la órbita donde podrían formar la Luna y, por lo general, fusionando el impactador con el cuerpo principal de la Tierra».
Fuente: Judith de Jorge / ABC, Ambientum