Las rayos esculpen de forma natural obras de arte llamadas fulguritas, figuras de arena vitrificadas con los signos del paso de la magnificencia del rayo.
Sin embargo, todo lo gobierna el rayo”, frase escrita por el filósofo griego Heráclito que más tarde retomaría el pensador alemán Martin Heidegger. El rayo que irrumpe de noche destellando su instantánea luz, permite observarlo todo en la inmensidad de la oscuridad. Gobierna la totalidad de las cosas en función de la luz que les da vida y hace que aparezcan en medio de la nada. No obstante, la oscuridad retorna inexorablemente recordándonos que sólo somos un instante en esta travesía llamada vida.
El rayo ha aparecido en la literatura desde tiempos antiguos, y no es casualidad, se desprende del hecho de que despierta emociones contradictorias. Son atemorizantes, un recuerdo del diminuto tamaño que ocupamos en este inmenso planeta. Pero a su vez, transforma la comprensión de la realidad, ya que la magnitud de lo que presenciamos no cabe en nuestra estructura mental. Necesitamos replantearnos nuestra existencia y con ello viene el sentimiento del renacer, nos hemos transformado.
La alegoría del rayo formulada por Heráclito nos da cuenta de la vida misma, por ello la aseveración de que “todo lo gobierna”. La luz generada por estos hechizantes fenómenos naturales es tan instantánea como imponente y a pesar de su presencia efímera, en ocasiones deja huella en la Tierra. Justamente como lo haría la vida de un hombre sobre el planeta.
Rayos que marcan huella en la tierra
En la Tierra se producen alrededor de ocho millones de rayos cada día, en un minuto en el mundo destellan seis mil de ellos. No obstante, sólo pocos tocan tierra firme y de estos, unos cuantos dejan su huella impresa. Desde luego que para que esto último suceda, las condiciones deben ser muy específicas. Como si un montón de coincidencias se agruparan para sorprendernos.
Cuando un rayo entra en contacto con terrenos arenosos, una serie de eventos inesperados pueden suceder, que dan paso a esculturas de vidrio sumamente intrigantes. Al caer, el rayo alcanza una profundidad de más de un metro y sumado al calor intenso de este (hasta 28 mil grados Celcius) tocando la arena, produce la fusión de los granos de sílice.
Fulguritas: Esculturas de arena
A las esculturas naturales dejadas a su paso se les conoce como fulguritas, que no son otra cosa más que rayos vitrificados. Quizá es lo más cercano que podemos estar de uno de ellos sin salir lastimados. Tienen forma de tubos retorcidos y en ocasiones ramificados, como si se tratase de raíces de árbol sumamente delgadas.
Las fulguritas llegan a tener de 2 a 50 mm de diámetro y están huecas por dentro. Los colores dependen de la composición de la arena sobre la que cae el rayo. Pueden degradarse desde el negro y el bronce, pasando por tonalidades verdes, hasta los blancos translúcidos.
El primer descubrimiento de una fulgurita se hizo en el año 1706, gracias al pastor alemán David Hermann. Son tan peculiares que incluso Charles Darwin registró el descubrimiento de un rayo vitrificado en su diario del 26 de julio de 1832, de su viaje a Beagle. Describió las esculturas de arena naturales como “tubos formados por rayos. En general la descripción y hallazgos de fulguritas a lo largo de la historia, son escasas. No obstante, han existido referencias desde hace siglos.
Vía: Ecoosfera