La centolla, curioso crustáceo que migra a lo largo de decenas de kilómetros por las aguas frías del fondo, es una involuntaria ayudante de los marineros, que interpretan sus movimientos para prepararse ante los cambios climáticos. Conoce más sobre ella.
La observación de las nubes, el brillo del sol y la luna, la aparición del arco iris o del rocío, la dirección del viento, las nuevas tecnologías… Todas son formas de analizar los cambios en el clima y tratar de predecir fenómenos como los temporales. Sin embargo, los marineros cuentan con una aliada especial: la centolla.
Este crustáceo, versión marina de las arañas pero con un caparazón cubierto de pinchos, algas y moluscos, recorre largas distancias por los fondos marinos, rocosos o arenosos, de las aguas frías del océano Atlántico y del mar Mediterráneo, ya sea para alimentarse o reproducirse.
Sin embargo, incluso dos días antes de que llegue un temporal, la centolla se queda quieta, agazapa entre las rocas para resguardarse. Es la señal que estaban esperando los marineros, y que les permite confirmar la llegada del mal tiempo, y empezar a prepararse o resguardarse ellos también.

Cuando llega la época de apareamiento, estos animales migratorios recorren, juntos hembras y machos, decenas de kilómetros hacia las profundidades marinas. Con la protección del centollo, que cuenta con un caparazón y patas y tenazas más grandes, la centolla pone los huevos y regresa, sola, bajo la atenta mirada de los marineros.

Vía: fundacionaquae