A lo largo de miles de millones de años, esto ha agotado la energía de rotación de nuestro planeta. Por lo cual, ha ralentizado cuán rápido gira sobre su propio eje. En otras palabras, la Luna ha hecho que los días sean más largos.
La Luna, el astro más brillante de la noche, debe su luz al Sol, nuestra estrella. Al igual que los planetas, la Luna no genera luz y la vemos gracias a que refleja la luz solar. Por ello, la Luna llena, es cerca de un millón de veces menos brillante que el Sol, aunque más de mil veces mas brillante que Venus o que cualquier otro objeto en el firmamento. Para cualquiera resulta evidente que el Sol, astro del cual dependemos, es indiscutiblemente el objeto dominante en el cielo. Por lo menos en cuanto al cielo visto con luz visible.
En las últimas décadas, los astrónomos han comenzado la exploración del Universo en radiaciones distintas a la luz visible. Las extensiones más naturales son la luz infrarroja y la luz ultravioleta, ambas invisibles pero de alguna manera un poco familiares. Entre los años 50 y 60 se desarrolló la radioastronomía, que emplea el mismo tipo de ondas que utilizamos en radiocomunicaciones. Mas recientemente los avances en tecnología espacial han permitido explorar el cielo en rayos X, utilizados en medicina para las radiografías. ¿Pero, de donde obtiene luz la Luna?.
La superficie de la luna refleja la luz solar que recibe y por eso la percibimos con brillo, pero aunque a veces parezca brillar mucho (sobre todo durante la luna llena), realmente solo refleja entre un 3% y un 12% de la luz del sol. Este porcentaje es calculado por los científicos mediante una medición llamada albedo, que se define como el porcentaje de radiación reflejada por una superficie con respecto del total de radiación que incide sobre ella. Por ejemplo, la nieve posee un albedo del 0.95 o 95% del total que recibe (razón por la que la vemos blanca), en cambio a la luna se le calcula un albedo del 0.07 o 7% del total que recibe. Aunque el porcentaje de radiación reflejada por la luna no resulta demasiado elevado, vemos a la luna con un gran brillo por su proximidad con la Tierra.
Un descubrimiento increíble
Los astrónomos de la Universidad de Londres (Reino Unido) no exageran cuando afirman que la Luna, el único satélite natural de la Tierra, ha hecho que la vida florezca como la conocemos. Debido a la relación gravitatoria sutil que tiene sobre nuestro planeta, la Luna ha provocado que los días sean más largos a lo largo de millones de años.
El proceso, naturalmente, no ha sido de la noche a la mañana. Por el contrario, los astrónomos estiman que hace 4 mil 500 millones de años, los días duraban apenas 13 horas. Casi la mitad del tiempo que tarda la Tierra en girar sobre su propio eje actualmente. Aquí te explicamos por qué.
De acuerdo con Space Place, la plataforma para infancias de la NASA, al giro que nuestro planeta da sobre su propio eje se le conoce como día solar. Dependiendo de la relación gravitatoria que tengan los planetas con el Sol y sus satélites naturales, el día solar de cada uno tiene una duración diferente. Los días en la Tierra duran 24 horas.
La relación gravitatoria que la Tierra guarda con su único satélite natural, la Luna, condiciona el movimiento de las mareas altas y bajas. Así lo explica Richard Gray, periodista de ciencia para la BBC:
Aún así, la Tierra gira mucho más rápido sobre su propio eje que la Luna. Esto genera una fricción pequeña en las cuencas oceánicas, que se mueven por debajo de la superficie. Esta protuberancia se mueve ligeramente más rápido de la Luna en su órbita, lo que hace que el satélite intenta compensar esta diferencia.
A lo largo de miles de millones de años, esto ha agotado la energía de rotación de nuestro planeta. Por lo cual, ha ralentizado cuán rápido gira sobre su propio eje. En otras palabras, la Luna ha hecho que los días sean más largos.
El frenado de la Tierra ha sido paulatino. De hecho, es prácticamente imperceptible para los seres vivos. En todo este tiempo, aunque la Luna ha provocado que los días sean más largos, lo ha logrado en miles de millones de años. Por ejemplo, desde finales de los años 1600, la duración de un día terrestre ha aumentado en apenas 1.09 milisegundos.
Sin embargo, los astrónomos saben que a lo largo de 4 mil 500 millones de años, desde que la Luna órbita alrededor de la Tierra, esto ha generado un cambio profundo. Así lo explica Tom Eulenfeld, un geofísico de Universidad Schiller de Jena (Alemania):
De acuerdo con el estudio que publicó recientemente con un equipo de científicos, esto promovió que la diferencia de temperatura entre el día y la noche se redujera. Con el tiempo, afectó la bioquímica de los organismos fotosintéticos: los primeros indicios de vida terrestre.
Sin embargo, esto sucede en mucho, mucho tiempo. Con la crisis climática a cuestas, y con el camino evolutivo que lleva nuestra especie, es poco probable que la humanidad contemporánea perciba estos cambios.
Con información de: https://www.ngenespanol.com/