El Sol contiene más del 99,8% de toda la materia del Sistema Solar. De hecho, «casi todo» el Sistema Solar está en el Sol.
Ejerce una fuerte atracción gravitatoria sobre los planetas y los hace girar a su alrededor. Junto con los asteroides, meteoroides, cometas y polvo forman el Sistema Solar.
- Proporciona calor a la tierra. El Sol calienta la Tierra, por lo que es la temperatura adecuada para que vivan los seres vivos en él.
- Proporciona luz. La luz ayuda a proporcionar energía a la Tierra, a través de la energía electromagnética. También ayuda a los animales a ver de día y de noche (a través de la luna). Esta luz también ayuda a las plantas a crecer gracias a la fotosíntesis. Las plantas son vitales para la vida humana.
Aquí van algunos datos del Sol comparado con la Tierra:
l Universo interestelar es inmenso, la humanidad sólo ha podido hacer esbozos de su extensión. No obstante, no estamos ni cerca de conocer sus límites y constantemente buscamos respuestas sobre él. Pero dentro del inmenso cosmos, dentro de la Vía Láctea, yace nuestro Sistema Solar, el vecindario cósmico que habita la Tierra y cuya estrella principal es el Sol, que desempeña una función importante en él.
El Sol es la estrella principal del Sistema Solar. Es una estrella enorme, con 1.4 millones de kilómetros de diámetro, es tan grande que podría albergar 109 planetas tan sólo en su superficie. Y es de suponerse que la fuente de energía principal de todo el sistema, desempeñe una función primordial. Da luz, calor y mantiene unidos a los planetas girando alrededor de él. Además, es responsable de la vida en el planeta Tierra. Su energía y el conjunto de características de nuestro planeta, propiciaron las condiciones idóneas para que surgiera la vida en la Tierra hace unos 4 billones de años atrás.
Y aunque comparado con las demás estrellas del cosmos el Sol no es tan grande, para el Sistema Solar es su agente principal. Gracias a su gran cantidad de masa, genera una curvatura en el tiempo-espacio que hace que los planetas giren en derredor de él.
¿De qué está hecho el Sol?
Casi en su totalidad el Sol se constituye por dos gases: hidrógeno y helio. Y para poner su tamaño en perspectiva, su masa representa el 99.8% de la masa total del Sistema Solar. Al ser una estrella, el Sol es un conjunto de gases en constante actividad que alcanzan temperaturas exorbitantes. En su superficie, la temperatura ronda los 5,500°C. Pero en su interior, esta se eleva exponencialmente hasta alcanzar los 15,000,000°C.
Pero no todo el Sol está compuesto uniformemente, al igual que la Tierra, está estructurado por capas. En su centro arde el núcleo, donde las temperaturas son enormes y es donde se gestan las explosiones de fusión que producen su calor. Aunque por las características de su gravedad, a la energía producida en el centro le toma alrededor un millón de años emerger hasta la superficie.
Le sigue la zona radiante que se compone principalmente de plasma, es decir, de gases ionizados. En seguida se encuentran la zona convectiva. Luego la fotósfera, que es donde se emite la luz visible del astro mayor, a esta se le considera la superficie solar y es donde aparecen las manchas solares. Luego se superponen las capas externas, la cromósfera y finalmente la corona solar. En conjunto, todas estas y sus características intrínsecas, generan la energía que alimenta el Sistema Solar.
No es eterno
Los astrónomos calculan que la formación del Sol ocurrió hace unos 4,570 millones de años. Y aunque para la efímera existencia humana, los tiempos de la historia cosmológica son inmensos, el Sol también tiene una fecha de caducidad. Los científicos calculan que esta estrella gigante ya ha vivido la mitad de su existencia, por lo que le restan unos 5,000 millones de años más.
En este periodo, perderá su aspecto actual, es decir, brillará con más fuerza pero el calor será menos. Luego se convertirá en una estrella gigante roja, alcanzando cien veces su tamaño actual y devorará a su paso a la Tierra y otros planetas. Así, arderá como una gigante roja durante otros mil millones de años para finalmente estallar como en una enana blanca del tamaño de nuestro planeta.