Los investigadores llegaron a una conclusión utilizando los datos obtenidos por la nave espacial Cassini de la NASA, que orbitó Saturno de 2004 a 2017.
Para los antiguos astrónomos que creían en que la Tierra era el centro del universo, Saturno era el planeta que más lejos estaba y cuyo movimiento se realizaba de forma más lenta. El planeta fue observado por primera vez de forma directa en 1610 con un telescopio de baja resolución creado por Galileo Galilei, pero en el 1659, Christiaan Huygens pudo observar claramente sus anillos.
Saturno tiene 4.500 millones de años, casi tantos como el Sistema Solar. Distintas hipótesis han intentado explicar este origen tardío, sin que los científicos hayan llegado a un consenso. ¿De dónde salieron los anillos?
Saturno
En un artículo publicado el pasado jueves en la revista ‘Science’, investigadores dirigidos por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) apuntan a la destrucción de una antigua luna de Saturno. Según los autores, la luna, a la que han llamado poéticamente Crisálida (Chrysalis), orbitó el gigante gaseoso durante varios miles de millones de años hasta que se volvió inestable y se acercó demasiado.
En el encuentro, una parte impactó con el planeta, dejándolo con la inclinación actual, muy similar a la de la Tierra. Otros fragmentos siguieron en órbita hasta que se rompieron en pequeños trozos de hielo que terminaron formando los característicos anillos. «Al igual que la crisálida de una mariposa, este satélite estuvo inactivo durante mucho tiempo y de repente se activó y surgieron los anillos», dice Jack Wisdom, profesor de ciencias planetarias en el MIT y autor principal del nuevo estudio.
Los investigadores llegaron a esta conclusión utilizando los datos obtenidos por la nave espacial Cassini de la NASA, que orbitó Saturno de 2004 a 2017. En concreto, se fijaron en algunas de sus últimas observaciones, tomadas durante su ‘Gran final’, una fase de la misión durante la cual la sonda hizo una aproximación extrema para mapear con precisión el campo gravitacional alrededor de todo el planeta.
De esta forma, el equipo descubrió que Saturno ya no está atrapado en un resonancia o asociación gravitacional con Neptuno, algo que, a su juicio, se explicaría por la pérdida de una luna que tendría aproximadamente el tamaño de Iapetus, el tercer satélite más grande de Saturno.
Un satélite inestable
Junto con sus 83 hermanas (las lunas actuales de Saturno) Crisálida orbitó el planeta durante varios miles de millones de años, tirando y tirando del mismo de una manera que mantenía su inclinación u ‘oblicuidad’ en resonancia con Neptuno. Pero hace unos 160 millones de años, Crisálida se volvió inestable. Entró en una zona orbital caótica, experimentó una serie de encuentros cercanos con las lunas Iapetus y Titán, y finalmente se acercó demasiado a Saturno, en un encuentro rasante que la hizo pedazos.
Mientras que la mayor parte del cuerpo destrozado de Crisálida pudo haber impactado con Saturno, una fracción de sus fragmentos permaneció suspendido en órbita, rompiéndose en pequeños trozos de hielo para formar los anillos característicos del planeta. No solo se formaron los anillos. La pérdida de la luna fue suficiente para sacar a Saturno de las ‘garras’ de Neptuno y dejarlo con la inclinación actual.
Permanente cambio
«Esta teoría constituye una elegante constatación de los complejos efectos de la gravedad en sistemas planetarios y muestra que el sistema solar es un lugar rico y variado sujeto a permanente cambio», explica Ricardo Hueso Alonso, investigador del departamento de Física Aplicada y del Grupo de Ciencias Planetarias de la Escuela de Ingeniería de Bilbao (UPV/EHU) a SMC España.
Para Santiago Pérez Hoyos, también del departamento de Física Aplicada y del Grupo de Ciencias Planetarias, el modelo encaja «con las variaciones orbitales de otros satélites como Titán y con las interacciones gravitatorias que todo el sistema de Saturno establece con el cercano Neptuno. También las estimaciones de masa encajan con la idea que tenemos del cuerpo que, al desgajarse, pudo formar los anillos. Además, la idea de que un planeta que hoy día cuenta con más de ochenta lunas conocidas pueda haber tenido algún satélite más o menos no resulta en absoluto descabellada».
Como indica a SMC España, «aunque esta hipótesis es aparentemente firme y resiste un primer análisis detallado, será necesario continuar estudiando tanto los anillos de Saturno como las complicadas interacciones gravitacionales que se establecen entre ellos, el planeta, sus numerosos satélites y los planetas vecinos». Por el momento, ninguna misión espacial viajará hasta Saturno para confirmar esta teoría, así que deberán hacerlo los observatorios terrestres y los cálculos numéricos.
Fuente: JUDITH DE JORGE / ABC