Cuánto se benefician ante la falta de humanos los animales salvajes que persisten en la zona de exclusión y cuánto están sufriendo ante la contaminación que todavía sigue invadiendo al lugar, por ejemplo, estas aguilas.
EL 26 de abril, hace 36 años, ocurría el accidente nuclear más devastador de la historia. La explosión de la central Vladímir Ilich Lenin, ubicada al norte de Ucrania, en la ciudad de Chernobyl, acababa con la vida de 31 personas, cuyas muertes eran causadas directamente por la explosión, aunque la radiación dejaría más de 100 heridos y, a largo plazo, más de un centenar de fallecimientos.
Con un pico de radiación 400 veces más alto que la bomba nuclear de Hiroshima -en Japón, en 1945- y 50 veces superior al de Fukushima -que ocurrió en 2011 en la central de la ciudad japonesa-, alrededor de 116 mil personas tuvieron que ser evacuadas. Esta cifra contemplaba una ciudad entera, es decir, a los 48.000 habitantes de la ahora fantasmagórica Pripyat, donde durante aquella noche de abril sus ciudadanos dormían sin saber que tan solo a tres kilómetros de distancia la planta empezaría a irradiar quizás lo más peligroso para el ser humano: material nuclear.
Lo que hace 36 años se convirtió en una de las zonas más peligrosas en el mundo por la cantidad de contaminación radiactiva emitida por la explosión del reactor nuclear 4 de Chernóbil, es hoy en día el hogar de varias águilas en peligro de extinción. Tras 36 años del desastre nuclear que dejó marcada a Ucrania, la Zona de Exclusión de Chernóbil sigue sin reabrirse para la ocupación humana. Los niveles de radiación siguen siendo preocupantes y, por lo tanto, se ha convertido en una zona completamente abandonada, al menos por los humanos.

Un gran santuario para las águilas
La naturaleza ha reclamado lo que le pertenece y se ha encargado de restaurar el sitio. Poco a poco las edificaciones construidas por los humanos se han ido ocultando debajo de capas de verde natural. Árboles de gran tamaño y la agreste maleza han ido recuperando el terreno que hace tres décadas le pertenecía a los humanos. Paradójicamente a lo que podría pensarse, es decir, que la vida no sobreviviría con tales condiciones de radiación, la resiliencia natural ha encontrado las formas de lograrlo.
Ahora Chernóbil es un santuario natural, se ha convertido en el hogar de águilas que hasta antes del accidente estaban catalogadas como extintas localmente. Pero ahora, con el descanso de la Madre Tierra de los humanos, han vuelto a prosperar de forma sorprendente, así lo muestra un estudio del British Trust for Ornithology (BTO).
“Estas tendencias son lo contrario de lo que sucede cuando un hábitat se degrada y muestra la recuperación natural del ecosistema después del uso humano intensivo antes del accidente”, dijo Adham Ashton-Butt, coautor del estudio. “Este cambio en el hábitat y las especies ocurrió con muy poca influencia humana y muestra que al reducir las presiones humanas, la naturaleza puede recuperarse con poca o ninguna gestión por parte de las personas”.

El resurgimiento de un ecosistema completo
Los expertos lograron identificar hasta 13 parejas de águilas moteadas que se encuentran reproduciéndose en la Zona de Exclusión de Chernóbil. Pero no se encuentran solas, las águilas de cola blanca que igualmente se consideraron como extintas localmente antes del accidente, han regresado a la región. Se cree que este comportamiento se debe gracias a que otras especies también han recuperado la salud de sus poblaciones, tales como los lobos. La caza de lobos está prohibida en la región, por tratarse de una zona altamente peligrosa para los humanos. En ese sentido, los lobos dejan carroña de la que más tarde se alimentan las águilas de cola blanca.
Sin ayuda del humano con la valiosa acción de no intervenir, Chernóbil poco a poco se convierte en un tesoro natural. Funge ahora como una reserva natural con diversas especies de aves que encontraron en la Zona de Exclusión, la tranquilidad necesaria para resurgir de la extinción local. El hombre poco poder tiene sobre aquellas tierras que nos demuestran una vez más la gran resiliencia de la Madre Tierra que lo único que necesita, es que se le deje tranquila.

Referencias: Ashton, A. Zhurauliou, D. Dombrovski, V. (2022). Long-term Effects of Rewilding on Species Composition: 22-years of Raptor Monitoring in the Chernobyl Exclusion Zone. The Journal of the Society for Ecological Restoration.