En los últimos años, los avances tecnológicos han mejorado notablemente la capacidad para prever la trayectoria de los huracanes. No obstante, anticipar su intensidad sigue siendo una de las tareas más complejas para la meteorología moderna. El Centro Nacional de Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés) ha señalado que los ciclones recientes han sido mucho más difíciles de predecir que en el pasado, sobre todo en cuanto a su fuerza.
Gracias a modelos numéricos avanzados, datos satelitales y las misiones de los aviones “cazahuracanes”, el margen de error en el pronóstico de trayectoria se ha reducido drásticamente: en los años 90, la desviación promedio a tres días era de más de 400 kilómetros; hoy, ronda los 165 kilómetros. Esta precisión ha permitido una mejor preparación en zonas vulnerables, salvando vidas y reduciendo daños.
Sin embargo, prever la intensidad de los huracanes continúa siendo una asignatura pendiente. Factores como la temperatura del mar, la estructura del viento en distintos niveles de la atmósfera y la interacción con otras masas de aire son extremadamente difíciles de modelar con exactitud. Además, el calentamiento global ha añadido un nuevo nivel de incertidumbre: océanos más cálidos potencian el desarrollo de tormentas más agresivas.
Un fenómeno particularmente preocupante es el de la intensificación rápida, cuando un huracán gana fuerza de forma explosiva en menos de 24 horas. Se estima que cerca del 80% de los ciclones de categoría 3 a 5 atraviesan este proceso. Entre 1980 y 2023, más de 170 ciclones tropicales en el Atlántico pasaron por una intensificación rápida antes de tocar tierra, provocando impactos severos.
Estudios recientes apuntan a que el calentamiento de la superficie oceánica está aumentando la frecuencia con la que estos eventos ocurren, lo que incrementa significativamente los riesgos para las comunidades costeras.
Temporada 2024: precisión en la trayectoria, incertidumbre en la intensidad
Durante la temporada de huracanes del Atlántico en 2024, el NHC emitió 347 pronósticos oficiales, superando ligeramente el promedio de años anteriores. Las predicciones sobre la ubicación del centro de los ciclones fueron notablemente certeras, logrando niveles récord de precisión, incluso a cinco días vista.
No ocurrió lo mismo con las previsiones sobre la intensidad de las tormentas, especialmente en la cuenca del Pacífico Norte oriental. En esta región, los errores fueron mayores que el promedio de los últimos cinco años, llegando a superar en un 29% las estimaciones habituales a cinco días. Esto confirma que, aunque se ha avanzado mucho en trayectoria, la predicción de intensidad sigue siendo el mayor desafío para los meteorólogos.