La hipnótica danza de los estorninos dibuja animales sobre el cielo del Empordà.
Durante estos primeros días de invierno, grandes espacios naturales, como los Aiguamolls de l’Empordà o el Delta de l’Ebre, son testigos de un auténtico espectáculo natural. Se trata de los multitudinarios e impresionantes vuelos grupales que los estorninos efectúan a menudo como estrategia de supervivencia ante la amenaza de depredadores.
Los estorninos pertenecen a la familia Sturnidae y se distribuyen naturalmente en toda Europa y Asia templada. Sin embargo, se les ha introducido en casi todo el mundo y ahora se les puede observar en Australia, América del Norte, Nueva Zelanda, Argentina y Sudáfrica.
Es un ave no tan pequeña que alcanza hasta los 20 centímetros de largo, con un plumaje oscuro salpicado de manchas blancas. Posee también la peculiaridad de la iridiscencia por lo que logran deslumbrar a sus observadores con sus destellos púrpura y verdes. Sus patas son rojizas y el pico cambia de color dependiendo de la temporada; mientras que durante el invierno se le puede ver de color negro, en verano adquiere una tonalidad amarilla.
Su canto es muy ruidoso y variado a la vez, sobre todo cuando se encuentran en grandes bandadas. Su comunicación es esencial para volar en grandes números, ya que se caracterizan por la formación de gráciles esculturas en movimiento similares a las que producen los cardúmenes en el agua.
Las bandadas que “danzan” hipnóticamente por el aire dejan boquiabierto a cualquiera que los contempla, especialmente si de esos masivos grupos se desprenden formas como las captadas por la cámara fotográfica de Eduard Marquès, un biólogo ampurdanés que con destreza inmortalizó -hace escasos días- curiosas figuras que nos recuerdan sin demasiado esfuerzo a otros animales.
En las instantáneas cedidas por el propio autor se puede contemplar una bandada de miles -o quizás cientos de miles- de estorninos simulando, claro está, un pato en pleno vuelo. El mismo grupo, segundos después, recuerda en otra fotografía la silueta de una alargada ballena surcando los cielos del Empordà.
Si seguimos echando mano a la imaginación también seríamos capaces de interpretar la forma de un delfín o la de un conejo huyendo, como los estorninos, de algún depredador.
Vía: lavanguardia