Verduras de fácil cultivo para sumar y disfrutar en primavera y verano

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El invierno cede su protagonismo a la primavera y da paso a uno de los mejores momentos del año para lograr una cosecha abundante los próximos meses. Te contamos cuáles son los cuidados que necesitan estos clásicos de estación.

Con el invierno llegando a su fin y la primavera cada vez más cerca, este es el momento ideal para que, quienes tienen una huerta en casa o planean tenerla, empiecen a planificar sus cultivos, sembrando o comprando los plantines en el vivero. Las condiciones climáticas en casi todo el territorio de nuestro país, en esta época, son muy favorables para que muchas hortalizas comiencen a germinar y desarrollen sus tallos, hojas, flores y frutos. Muchas alcanzarán la plenitud en pocos meses, regalando cosechas generosas antes de fin de año, mientras que otras lo harán más cerca del próximo otoño.

Diciembre con exquisitas ensaladas veraniegas elaboradas con los propios tomates, conservas de berenjenas producidas en casa, enero con plantas de zapallitos a pleno o marzo repleto de calabazas: si querés disfrutar de esta abundancia, habrá que empezar a trabajar ahora. En esta nota, vas a encontrar pistas para sumar a tu huerta cinco verduras fáciles de cultivar.

Zapallito de tronco

(Cucurbita pepo)

El zapallito se cultiva desde hace muchos años en todas las regiones cálidas del planeta. La mayoría de los autores localiza su origen en la América precolombina, con los españoles como responsables de su introducción en Europa.
El zapallito se cultiva desde hace muchos años en todas las regiones cálidas del planeta. La mayoría de los autores localiza su origen en la América precolombina, con los españoles como responsables de su introducción en Europa.

Se siembra en forma directa, colocando dos semillas por hoyo (previamente relleno de compost maduro y con un puñado de harina de hueso), a una distancia de 0,50 a 1 metro. Seleccioná una planta por hoyo.

En almácigo podés adelantar el cultivo sembrando en macetas para luego trasplantarlo en la tierra. Necesita pleno sol, suelos sueltos, profundos y ricos; incluso se desarrollan perfectamente sobre una pila de compost en maduración. Tiene cierta tolerancia a los suelos salinos. Requiere riegos frecuentes y abundantes. Las hojas son atacadas por la vaquita de los melones y por oídio (hongo) cuando las plantas están débiles. La tierra de diatomeas controla las vaquitas.

Ají – pimiento – morrón

(Capsicum annuum)

El pimiento se cultiva en América desde épocas anteriores a la cultura inca. Los indígenas lo denominaban chilli, en  náhuatl, o ají, en taíno caribeño. En 1493 llegó a España como parte de uno de los tesoros americanos, revolucionando la dieta mediterránea. En el siglo XVII, en Hungría, se logró cultivar “accidentalmente” una variedad dulce y no picante,  el pimentón o páprika.
El pimiento se cultiva en América desde épocas anteriores a la cultura inca. Los indígenas lo denominaban chilli, en náhuatl, o ají, en taíno caribeño. En 1493 llegó a España como parte de uno de los tesoros americanos, revolucionando la dieta mediterránea. En el siglo XVII, en Hungría, se logró cultivar “accidentalmente” una variedad dulce y no picante, el pimentón o páprika.

Es una planta perenne de porte arbustivo, que se la cultiva como anual para aumentar la producción. Se siembra a inicios de la primavera en almácigo. Al alcanzar los plantines unos 8 cm, se repican o trasplantan en una maceta plástica. Cuando no haya riesgos de heladas en la zona, se llevan definitivamente al cantero. Es exigente en sol, temperatura, nutrientes y buen drenaje.

La distancia de plantación es de 0,30 a 0,40 m entre plantas y 0,80 m entre hileras. El ají tiene forma arbustiva y, en zonas ventosas, es conveniente podarlo y asegurarlo a un tutor. Si bien exige riego abundante, no tolera los suelos anegados. Requiere aportes de compost maduro (3 a 5 litros por m2). Una cobertura de paja sobre el compost protegerá el suelo y las raíces superficiales que tienen estas plantas. Las plagas más importantes que lo atacan son los pulgones y el bicho moro. Las rotaciones, un suelo rico en compost y la elección de variedades resistentes son la base de la prevención de las enfermedades más frecuentes que suelen atacarlo.

Berenjena

(Solanum melongena)

La berenjena es originaria de las zonas tropicales y subtropicales de Asia. Hacia el año 1200 ya se cultivaba en Egipto, desde donde llegó a Europa en la Edad Media, para extenderse por el Mediterráneo y el resto de Europa.
La berenjena es originaria de las zonas tropicales y subtropicales de Asia. Hacia el año 1200 ya se cultivaba en Egipto, desde donde llegó a Europa en la Edad Media, para extenderse por el Mediterráneo y el resto de Europa.

Podés comenzar a sembrarla en almácigo a fines del invierno, principios de la primavera. Es conveniente repicar estos plantines a macetas individuales y mantenerlos protegidos de las últimas heladas antes de trasplantarlos definitivamente en el cantero.

Exige una exposición a pleno sol y suelos ricos y profundos. La distancia de plantación es de 0,50 m entre plantas y 0,90 m entre hileras. Pasados entre 15 y 20 días del trasplante, es necesario que le agregues compost maduro a la base de la planta para estimular la formación de las raíces laterales. Colocá tutores a la planta para evitar que los tallos se rompan por el peso de los frutos. Necesita riegos localizados y regulares. A medida que se desarrollan los frutos, aumenta la demanda de agua. Requiere 4 o 5 meses libres de heladas. La arañuela roja es la plaga más frecuente en este cultivo, especialmente en períodos de sequía o falta de riego.

Calabaza – zapallo

(Cucurbita maxima)

De origen americano, los frutos de la calabaza alimentaron a la mayoría de los pueblos originarios. La posibilidad de almacenarlos varios meses, su sabor agradable y su gran aporte nutritivo hizo de ellos uno de los pilares de la dieta prehispánica. En nuestro país se los llama zapallos, del quechua sapallu; a los ‘Anquito’, se los conoce como calabazas o calabacitas.
De origen americano, los frutos de la calabaza alimentaron a la mayoría de los pueblos originarios. La posibilidad de almacenarlos varios meses, su sabor agradable y su gran aporte nutritivo hizo de ellos uno de los pilares de la dieta prehispánica. En nuestro país se los llama zapallos, del quechua sapallu; a los ‘Anquito’, se los conoce como calabazas o calabacitas.

Sembrá en hoyos de 2 cm de profundidad a mediados de primavera, colocando de 3 a 5 semillas en cada uno, cubrí con tierra y regá. Cuando emergen las plantitas, elegí dos. Podés adelantar el cultivo y evitar el riesgo de heladas tardías si sembrás en macetitas plásticas y, luego, cuando los plantines ya tienen dos hojas verdaderas, los trasplantás en el lugar definitivo.

Necesita pleno sol y suelo profundo, bien trabajado y rico en materia orgánica. Soporta algo de salinidad en el suelo. Los riegos, moderados: el suelo debe permanecer húmedo, nunca anegado, ya que incluso es tolerante a la sequía. La distancia de plantación es de 1 a 1,5 m. Precisan un período de 4 o 5 meses sin heladas. Retirá las malezas y protegé los frutos de la humedad del suelo. Los zapallos son ideales para cultivarlos en los bordes de la huerta y hasta sobre la pila de compost, a la cual cubrirán y refrescarán con sus grandes hojas. La vaquita de los melones suele causar mucho daño en las hojas, debilitando a las plantas. Se controla con tierra de diatomeas. Cuatro plantas son suficientes para una producción familiar.Para cosecharlo, separá de la planta el fruto coloreado. Una señal de que está listo es cuando el cabo que une el fruto a la planta está seco. Los zapallos pueden conservarse en perfecto estado por varios meses.

Tomate

(Solanum lycopersicum) / (Lycopersicum esculentum)

Es originario de la región andina peruana. Los españoles lo llevaron a Europa, pero el tomate no se incorporó de forma rotunda en la cocina mediterránea hasta bien entrado el siglo XVIII.
Es originario de la región andina peruana. Los españoles lo llevaron a Europa, pero el tomate no se incorporó de forma rotunda en la cocina mediterránea hasta bien entrado el siglo XVIII.

Sembrá a comienzos de la primavera o fines de invierno, en almácigo. Cuando los plantines alcanzan unos 8 a 10 cm, llevalos a una macetita plástica. Trasplantalos definitivamente en la tierra cuando no haya riesgo de heladas. Requiere una exposición a pleno sol y prefiere suelos sueltos de textura ligera, ricos en materia orgánica y profundamente trabajados. Pueden ser desde apenas ácidos hasta apenas alcalinos. La distancia entre plantas dependerá de la variedad elegida; sin embargo, 40 cm es una separación óptima para el crecimiento saludable de una tomatera.

La planta de tomate requiere de tutores para su desarrollo. El riego debe ser regular y frecuente. Una cobertura de paja mantendrá el suelo fresco y protegido de la proliferación de malezas. La poda de formación se realiza a los 20 días del trasplante, eliminando los primeros tallos laterales. El aporcado o el agregado de tierra en el pie de la planta favorecerá el enraizamiento. Es importante que le quites los brotes axilares para mejorar el desarrollo del tallo principal. También, que cortes algunas hojas: el deshojado facilita la circulación del aire entre el follaje e incrementa el movimiento de nutrientes hacia los frutos.

Fuente: www.lanacion.com.ar

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