Una montaña de investigaciones científicas ha demostrado que el cambio climático está volviendo las olas de calor más largas, más cálidas, más probables y más peligrosas.
Las olas de calor “son cada vez más frecuentes e intensas a medida que las concentraciones de gases de efecto invernadero provocan un aumento de las temperaturas globales. La ola de calor es una condición atmosférica que se produce cuando las temperaturas alcanzan niveles extremos en determinadas épocas del año y se generan por una masa de aire caliente que llega desde otro continente.
Estudios anteriores han vinculado las olas de calor particulares impulsadas por el cambio climático que azotan una ciudad con más muertes. En la sofocante ola de calor del año 2003 en Europa, por ejemplo, el cambio climático causado por el hombre aumentó el riesgo de morir en un 70 por ciento en París. Este nuevo estudio amplía este tipo de análisis a nivel mundial, analizando más de 700 ubicaciones en todos los continentes habitados.
Los investigadores analizaron todas las muertes registradas que ocurrieron durante el verano, así como los datos de temperatura de esos mismos lugares y horas, con el fin de seleccionar todas las muertes que probablemente fueran causadas por el calor extremo.

Existen umbrales de temperatura más allá de los cuales las personas tienen muchas más probabilidades de morir, pero esos umbrales son diferentes en diferentes partes del mundo.
Estudios que preocupan
En uno de sus últimos informes, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advertía que la masiva emisión de gases de efecto invernadero estaba propiciando la aparición de fenómenos extremos en el mundo. Las pruebas se pudieron ver en las olas de calor inusuales que azotaron el hemisferio norte o las inundaciones en Europa. Eventos que se saldaron, por otro lado, con cientos de vidas humanas.
En este sentido, Daniel Bressler, de la Universidad de Columbia, encontró una brecha en el Coste Social del Carbono (SCC), que representa el daño social marginal por la emisión de una tonelada métrica de dióxido de carbono equivalente en un momento determinado, al no tener en cuenta las posibles muertes por el cambio climático.
Según sus cálculos, y suponiendo que las emisiones sigan aumentando, llegó a la conclusión que una mayor emisión de toneladas métricas de carbono en relación con las del 2020 podría inducir 2.26 × 10-4, o 0.000226 muertes. Esto significa que, por cada 4.434 toneladas métricas de CO2que emitan más allá de la tasa de emisiones de 2020, mataremos a una persona.

“Esas 4.434 toneladas equivalen a las emisiones actuales de por vida de 3,5 estadounidenses. Esto significa que con actual ritmo de contaminación un estadounidense teóricamente mataría a 0,29 humanos adicionales. Eso no significa que cada estadounidense vivo esté programado para matar a 0,29 personas, sino que es una manera de visualizar las consecuencias de nuestros actos”, argumenta Daniel Bressler.
Para una media mundial, 4.434 toneladas equivalen a las emisiones de por vida de 12,8 personas, que teóricamente matan a 0,08 personas per cápita. Sumar a la cifra actual un millón de toneladas métricas, las mismas que producen 216.000 vehículos o 115.000 hogares, mataría a 226 personas.
Reducir las emisiones
Los campeones climáticos de alto nivel de la ONU han actualizado los avances climáticos de 2030 en un documento que cubre más de 30 sectores que conforman la economía global, con atención específica en petróleo y gas, con el fin de reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.
“Creemos que una vez que el 20% de los actores clave dentro de cada sector se comprometan a desempeñar su papel para transformar el sector en consonancia con las Rutas de acción climática, habremos logrado la ambición revolucionaria”, señalan en un comunicado.
“Esto significa que se genera suficiente impulso entre una masa crítica de actores clave, lo que les permite romper con el camino de los bussines as usual y, juntos, ofrecer resultados innovadores al ritmo”, añaden.
Para lograr una transformación de toda la economía, las ciudades, las regiones y los líderes del sector privado deberán trabajar en asociación y comprometer sus habilidades, ingenio y recursos para lograr estos avances.
“No podemos ganar la Carrera a Cero corriendo solos. Solo colaborando en la transformación de sistemas mayoristas podemos mejorar los sectores de nuestra economía global para ofrecer un futuro saludable, resistente y sin emisiones de carbono. Estos avances sectoriales nos permitirán ir más lejos y más rápido en nuestra Carrera hacia Cero emisiones”, comenta Gonzalo Muñoz, Campeón del Clima COP25.
En un escenario en el que la humanidad incremente la temperatura media planetaria con respecto a los niveles preindustriales en 4,1 grados Celsius para el 2100, el cambio climático podría llevar a la muerte a 83 millones de personas. “Los mayores fallecimientos se producirán en las regiones pobres y cálidas, como África y Asia”, aclara Daniel Bressler.
Para él, los datos pueden ser incluso más pesimistas porque para su ecuación solo tuvo en cuenta a mortalidad directa relacionada con la temperatura, como el golpe de calor, omitiendo otras causadas por tormentas inundaciones, malas cosechas, enfermedades infecciosas o guerras debido a su difícil cuantificación. “Puede ser una subestimación enorme”, advierte.
Por otro lado, señala que el Coste Social del Carbono en la actualidad se sitúa en 37 dólares, pero teniendo en cuenta los cálculos del autor, esa cifra podría aumentar hasta los 258 dólares, es decir, siete veces más.
Esto implica que, si se reducen las emisiones bruscamente en el presente y se alcanza la descarbonización completa para el 2050, con un incremento de temperatura de solo 2,4 grados Celsius (aunque mayor que el tope propuesto en el Acuerdo de París), el exceso de muertes se reduciría a 9 millones para el 2100.
“Nuestras emisiones dependen en gran medida de la tecnología y la cultura del lugar en el que vivimos”, aclara, al tiempo que señala que los individuos, las empresas y las comunidades deberían intentar reducir sus propias emisiones. Aunque, para él una respuesta más eficaz reside en la aplicación de políticas a gran escala, como fijación de precios del carbono, límites máximos y comercio e inversiones en tecnologías bajas en carbono y almacenamiento de energía.

Vía: https://www.elagoradiario.com/