Un desierto en intensos tonos rojizos, en su zona más imponente, moldeado por un río (actualmente seco), entre paredes que parecen murallas, torres naturales y formaciones caprichosas.
El Parque Nacional Talampaya, parte del itinerario, está reconocido como Patrimonio de la Humanidad. Un sitio imponente y que destaca porque es uno de los pocos lugares del mundo en donde una capa geológica expuesta a cielo abierto revela muchos de las huellas y sucesos del Triásico, lo que significa que es un paraíso para geólogos y científicos de todo el mundo.

Pero por si fuera poco, hay que agregar que la belleza del paisaje, erosionado por miles de años, es poco menos que deslumbrante: un desierto rojo, con imponentes paredes, formas, esculturas naturales y acantilados erosionados que fueron testigos de la vida de los dinosaurios y el hombre primitivo:

El Parque Nacional Talampaya, con sus geoformas, condoreras, quebradas, cañones, petroglifos y el gigantesco cajón del río que le da el nombre en el rojo desierto de La Rioja, es candidato a ser una de las 7 Maravillas de Argentina, en base a los mismos valores por los que fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Esta reserva natural del centro oeste riojano, con dos accesos por la ruta nacional 76 en una de las zonas más yermas del país, tiene en sus 215.000 hectáreas propuestas para todas las edades, posibilidades e intereses.

Numerosos circuitos exhiben desde los estratos multicolores que maravillan a geólogos y fotógrafos, restos arqueológicos y una variada fauna andina, hasta el paseo de dinosaurios sintéticos, quizás el menos natural de sus atractivos, para disfrute de los niños.


Vía: Telam
Fotografías: Andrés Barbiani , Alejandro Chanes