Exprimir las nubes, la niebla, reutilizar las aguas residuales una y otra vez, desalinizar o incluso aprovechar los iceberg a la deriva. Son algunas de las tecnologías que se barajan para obtener agua en un futuro no tan lejano.
“Es posible cultivar sin suelo, pero nunca sin agua”. No hay mejor frase para definir el contenido del reciente “Simposio Internacional sobre el uso de aguas no convencionales para la Seguridad Alimentaria”, organizado por la FAO en Madrid. En la cita se reunieron representantes de gobiernos, científicos y empresas de todo el mundo, porque a pesar de las diferencias geopolíticas y culturales, hay ciertos temas que unen en preocupación a toda la humanidad.
¿Cómo alimentaremos a un población mundial creciente si las previsiones de evolución del cambio climático afirman que cada vez el agua será más escasa? Los datos hablan por sí solos: la carestía afecta ya a más del 40% de la población mundial y en 2025 más de 1.800 millones de personas vivirán en situación de falta de lluvia.
La agricultura representa de media el 70% del uso mundial de agua dulce por lo que “la innovación tiene que comenzar por aquí”, decía Marlos Souza, oficial principal de Tierra y Aguas de la FAO durante una de sus intervenciones. El uso del agua creció a casi el doble de la tasa de aumento de la población en el siglo pasado. No lo dice sólo este organismo; una publicación reciente del Instituto de Recursos Mundiales confirma que la extracción de agua se ha duplicado desde los 60 y enumera los países que se enfrentan a un estrés híbrido extremo. España ocupa el número 28 en dicha lista.
Además, el organismo de la ONU estima que para satisfacer las necesidades alimentarias de una población en crecimiento, para 2050 se necesitará un 60% más de alimentos y, por tanto, la demanda de agua crecerá entre un 20 y 30%, mientras que el suministro disminuirá de manera alarmante. “El Mediterráneo va a ser la zona más afectada por el cambio climático, tras las islas del Pacífico.
Las previsiones hacen temer más sequías y un déficit en el régimen de precipitaciones. Por otro lado, a día de hoy, los países del Mediterráneo importan la mitad de los alimentos que consumen; sobre todo en el Sur (además, lo que se importa son alimentos que no se basan en la dieta mediterránea, por lo que se dan tasas de obesidad por encima del 60% en lugares como Egipto). La demanda de agua ya es más alta que la oferta, por lo que una parte de nuestro trabajo es o bajar la demanda o aumentar el recurso. Al mismo tiempo, la población, que ya es de 500 millones en estos países, va seguir creciendo.”, afirma Octavi Quintana Trias, director de la Asociación para la Investigación y la Innovación en el Área Mediterránea (Prima).
España ha cerrado su último año hidrológico como el cuarto más seco del siglo. Pero es que el estrés hídrico es una mal común incluso en nuestras antípodas. Por ejemplo, en China, más de once provincias se encuentran en estado de alarmante escasez de agua en 2019. Si jugamos a las analogías descubrimos lo cerca que estamos todos los países en cuanto al reto del agua para la futura producción agrícola. Por ejemplo,”la región de Konya en Turquía utiliza para el riego los recursos de los acuíferos, que se encuentran en situación de sobreexplotación. Muchas veces se extra el agua de forma ilegal”, dice Aslihan Kerc, presidenta de la Iniciativa Mundial de Aguas Residuales del Instituto de Agua de Turquía (SUEN).
Si no resulta familiar esta situación, baste recordar que en España en 2006 se contabilizaron al menos 510.000 pozos ilegales de forma oficial (Greenpeace afirma que la cifra actual podría superar el millón). Y a nivel mundial, al menos la mitad de la población depende del agua subterránea para consumo.
Falta de lluvia, sobreexplotación, contaminación son comunes en todo el mundo. Y a esto se suma otra previsión a tener en cuenta. El Banco Mundial estima que para 2050 podría haber hasta 143 millones refugiados climáticos en todo el mundo. Esta situación ya la viven en países como Jordania. Ahmed Uleimat, del ministerio de Agua y Regadíos de ese país recordó que las necesidades de agua del país han crecido “en torno a un 20% desde que empezó la guerra en Siria. La población de refugiados es de 1,3 millones de un total de 10 millones de habitantes (ha crecido un 5,3% desde 2004). Frente a esto las precipitaciones en el 90% del territorio están por debajo de los 200 mm anuales. El plan del gobierno es hacer llegar el agua potable al 80% de la población en 2025”. Quintana recuerda que “la guerra de Siria y la primavera árabe estuvieron precedidas por años de fuertes sequías”.
Hay que dejar de pensar en términos de agua residual y empezar a hablar de nuevo recurso
Ante este panorama, el simposio servía para dibujar un mapa de acción, que incluya las fuentes de agua no convencionales que “en el ámbito de la alimentación y la agricultura puedan aumentar el suministro en lagos, acuíferos y ríos con fines de riego. Hay que dejar de pensar en términos de agua residual y empezar a hablar de nuevo recurso”, matiza Souza. Dichas fuentes incluyen soluciones tan antiguas como la recolección de agua de lluvia (ya se usaba en la ciudad romana de Pompeya, en el I siglo d. C.), y el tratamiento y regeneración del agua urbana.
También integra la recolección de niebla o de nubes y la desalinización, aunque cada solución dependerá de la situación de cada país, de unas regulaciones que no siempre son claras y están coordinadas y del acceso a la financiación. Eso sin perder de vista los posibles impactos medioambientales de cada uno de ellas y el punto de partida de cada región del mundo. “La FAO no se posiciona con las tecnologías, sólo las presenta y siempre aboga porque tiene que haber un uso sostenible del agua y, además, igualitario para que no se generan conflictos. Las tecnologías a aplicar dependerán del país y sus necesidades y hay que verlas con cuidado desde el punto de vista económico para que no generen desigualdad”, afirma Patricia Mejías, oficial de Tierras y Agua de la organización.
Exprimir la niebla
En comunidades pobres sin acceso al agua es difícil hablar de postratamiento cuando la necesidad más básica es llevar agua potable a la población (por ejemplo en Senegal, más de un 69% de la población no tiene acceso a fuentes seguras). No hay que olvidar que el agua está catalogado como derecho humano.
Manzoor Qadir, asistente del director del Instituto para el agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de Naciones Unidas (UNU-INWEH) presentó las ventajas que para estas comunidades supone la recolección del agua de niebla. “El primer experimento tuvo lugar en 1901 en Sudáfrica, aunque fue en 1980 cuando se apostó fuerte por la investigación y desarrollo en este campo y desde 2000 su uso se ha extendido”, dijo.
La tecnología es muy sencilla: se instala una red o malla vertical que atrapa la humedad de las zonas de niebla y ayuda a que almacenarla. “Se puede implementar en aquellos lugares donde haya niebla y la concentración sea buena. Además, la velocidad de viento tiene que ser la adecuada. Las mejores localizaciones son las de montañas secas o cerca de la costa. Los costes son bajos tanto para instalarlo como para mantenerlo y medioambientalmente es inocuo porque no necesita energía”, explica Qadir.
Para ese 70% de la población mundial más pobre, que vive en zonas rurales y se mantiene de la agricultura también se han puesto en marcha sistemas sencillos de recolección de agua de lluvias como en el proyecto Un millón de cisternas para el Sahel. “El acceso a este recursos básico tiene consecuencias en la salud y en el desarrollo económico. Además, tiene consecuencias de género positivas ya que libera a las mujeres de la tarea de ir a por agua”, continúa Qadir.
Siembra de nubes
Una tecnología no exenta de polémica consiste en disparar sustancias como el yoduro de plata a la atmósfera para ayudar a que se forme agua dentro de las nubes, esta se condense y descarguen. Según la Asociación Meteorológica Mundial en 2016 un total de 56 países utilizaron esta solución.
“Con este sistema se puede aumentar el régimen de lluvias entre un 5 y un 15%, aunque tiene ciertas limitaciones técnicas. No se puede aplicar en zonas en las que no se forman nubes, naturalmente, por ejemplo, en Irán”, afirma Ali Abshaev, jefe del laboratorio de modificación del clima en el Instituto Geofísico de Alta Montaña del Servicio Hidrometeorológico de Rusia. Según el técnico este sistema es ideal para regar las zonas agrícolas en el momento en que se necesite (si hay nubes, claro), pero “estaría bien plantear embalses para almacenar esa lluvia descargada para usarla cuando y dónde se desee”.
Sin embargo, “se sabe que algunos de los productos que se utilizan son contaminantes. Por otro lado, no es fácil controlar la formación de lluvia (puede descargar en otros lugares) y se trata de tecnologías que alteran el clima”, afirma Mejías. China está haciendo una enorme apuesta por estos sistemas y ha decidido desplegar decenas de máquinas que disparen yoduro de plata en la meseta tibetana y las montañas. El área que cubrirían abarca 620.000 millas cuadradas, tres veces el tamaño de España.
Desalinizar o reutilizar
Más o menos a día de hoy, y según la Asociación Internacional del Agua, en torno al 1% de la demanda de agua en el mundo proviene de la desalinización. “Se está desarrollando especialmente en Oriente Medio y el norte de África. En 2019 se ha batido el récord mundial con 4.000.000 de m3 de agua desalada por día, sólo hasta en la mitad del año. Puede ser una buena solución para áreas que no están a más de 100 km de la costa y donde no haya otros recursos ”, explicó la representante de la compañía Almar Water Solutions.
Los costes y la salmuera sigue siendo los dos inconvenientes de esta tecnología. Una publicación del Science of the total environment de este año afirma que la producción de salmuera es un “50% más de lo que se creía. Al año son unos 51.700 millones de m3, cantidad suficiente para cubrir la extensión de España con una fina capa de aguas hipersalina”, describe un artículo del diario El País sobre este estudio.
Las aguas residuales como recurso supone la incorporación de criterios de economía circular al llamado ciclo integral. Incluyen, dice la FAO, la producción de agua limpia, energía renovable y fertilizantes (nutrientes), mientras se reducen los gases de efecto invernadero. El agua recuperada también se puede utilizar para recargar los acuíferos de agua subterránea agotados para evitar el hundimiento de la tierra y la intrusión de agua de mar en los acuíferos costeros. De hecho, la capacidad de agua reutilizada “se ha doblado desde 2010 (ahora se producen unos 142 millones de m3 día). Se está desarrollando sobre todo en Asia y especialmente en China, donde en una década han doblado la capacidad que tenían, explicó la portavoz de Alma Water.
Entre los países que más reutilizan figuran Israel (con un 90%) y Singapur, con un 40%. (España reutiliza en torno al 10%). Y en esto tiene que ver mucho los costes. La representante de Banco Mundial afirmó que “reutilizar es entre 94 y 48% más económico que desalinizar”.
Sin duda, el cambio climático se va a convertir en uno de los factores más importantes para aumentar el apremio por el abastecimiento de agua, por eso la regulación y la financiación son parte crucial en esta difícil ecuación. “¿Quién tiene que pagar por el agua? ¿Todo el mundo o sólo los usuarios. La solución podría ser establecer una parte fija para cubrir los gastos de infraestructura, distribución y los sistemas para regenerar el agua y una parte variable que podría aumentar y disminuir en función del periodo, de manera que evite un incremento muy fuerte de la demanda”, decía Frances Hernández, investigador de la Universidad de Valencia.
“Las soluciones nos son sencillas e involucran tanto a los actores políticos como a los ciudadanos. Lo primero es que vuelva a haber un equilibrio entre la oferta y la demanda; la clave no está tanto en buscar nuevos recursos sino en reducir la demanda y cambiar la percepción cultural de que el agua es gratis. Sólo el 20% del recurso cubre las necesidades de las urbes, por tanto la apuesta la debe hacer el sector agrícola, mejorando los sistemas de irrigación y apostando por cultivos de secanos. No tiene sentido producir maíz en el Mediterráneo”, afirma Quintana.
Vía: elagoradiario