Todos hemos admirado alguna vez alguna foto de gota de agua. El agua puede ser un bello objeto de fotografía. Su brillo, su transparencia y las impredecibles formas que adquiere cuando rebota lo convierten en el objeto de deseo de muchos, profesionales y aficionados por igual.
Cuando llueve las gotas caen del cielo mojándolo todo y formando charcos de agua por doquier. El efecto de una gota que cae sobre ese charco es el mismo de una gota de agua que cae sobre un vaso, o de una gota de la ducha que cae sobre el piso de la bañera.
Todos nos hemos percatado de que cuando una gota de agua cae sobre más agua, causa una onda expansiva en ella hasta convertirse en parte del líquido mayor. Esto no suena nada entretenido y no parece haber mucha física interesante detrás del asunto.
Si le pregutásemos a alguien qué forma tiene una gota de agua, en muchos casos nos diría que es ancha y redondeada por abajo, y estrecha y punteaguda por arriba, como una lágrima. Supongo que todos habremos dibujado alguna vez una gota de agua con esa forma.
De niños, es una de las primeras cosas que se pueden dibujar fácilmente (junto con el monigote de palitos, un sol con rayos, y la casa cuadrada con tejado y chimenea con humo). Posiblemente ésta sea una de las primeras dosis de malaciencia que recibimos en nuestra educación, ya que las gotas de agua (o de cualquier líquido) no tienen esa forma.
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Vía: malaciencia Fotografía: Mukerrem Misirlioglu