Las infraestructuras verdes son un elemento clave de la estrategia de lucha contra el cambio climático. En la COP25, actores públicos y privados han debatido sobre estrategias para mejorar la resiliencia de los territorios gracias a la biodiversidad.
El concepto de infraestructuras verdes puede parecer nuevo, pero no hay nada más antiguo. Las riberas de los ríos, las tierras en barbecho o incluso los bosques son infraestrucuras verdes naturales, que sirven como sumideros de carbono pero sobre todo cómo reservas de biodiversidad. Pero el reto está en integrarlas dentro de nuestras ciudades, nuestras carreteras, nuestros puertos y toda estructura humana que cumple una función importante pero puede ser una barrera para la naturaleza.

Sobre ese reto han debatido este jueves en la zona verde de la COP25, dentro de las actividades desarrolladas en el stand de la compañía Suez actores públicos y privados. En la charla han participado Manuel Menéndez, director general del Agua del Ministerio de Transición Ecológica, Mariano González, vicesecretario de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, Clara Rovira, responsable de biodiversidad de Suez, Victoria Pérez, coordinadora de área en Fundación Biodiversidad y Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife.
Todos han compartido una impresión común: la preservación de la biodiversidad y la lucha del cambio climático son dos caras de la misma moneda. Si no se conserva la fauna y la flora, el impacto sobre el clima de la actividad humana será mucho mayor, porque no habrá límites naturales que sirvan como contrapeso a la acción del hombre. Y para lograr evitar esa pérdida de biodiversidad, las infraestructuras verdes son clave.
“La biodiversidad debe llegar hasta la última farola de la última ciudad. Cada carretera tiene que ser un corredor verde. Debemos repensar cómo hacer para que cada infraestuctura sea verde”, ha asegurado la directora ejecutiva de SEO/BirdLife. Una idea reclamada desde hace tiempo por las asociaciones ecologistas que está calando cada vez más en los actores públicos y privados.
Infraestructuras innovadoras
“No nos cuestionamos cuánto vale una carretera o un aeropuerto, pero sí lo que cuestan las infraestructuras verdes. Estamos en un momento propicio para hacer un cambio fundamental de mentalidad y dejar claro que la biodiversidad es importante y hay que invertir en ella” ha explicado González, de la Comunidad de Madrid.
Un cambio que ya se está impulsando desde el Estado, según ha relatado Menéndez, de varias maneras. Por un lado, con la creación de las reservas fluviales, que son un tramo de río, normalmente en cabecera, que por sus características (zona natural sin influencia humana) tiene una protección muy estricta. “La filosofía es ir más allá en la protección que con los parques nacionales“, ha explicado el director general.
Pero también con infraestructuras que minimicen el impacto ambiental. Menéndez ha sacado a colación el caso del río Arga en Navarra. Allí, tras una inversión de ocho millones de euros, se cambió un proyecto clásico de encauzamiento de río para evitar inundaciones por otro menos dañino para la fauna y la flora locales, hasta el punto de que se ha logrado recuperar los ejemplares de visón europeo que hacía años que no se veían por la zona.
“El objetivo es respetar la funcionalidad ambiental de los espacios, pero sin sacrificar la protección de inundaciones. Es un trabajo muy fino, mucho más difícil que un proyecto clásico con una corta o un encauzamiento” ha explicado Menéndez, ingeniero de formación.

Colaboración público-privada
Pero solo con la inversión pública no se puede lograr un objetivo tan amplio como es de hacer que todas las infraestructuras humanas respeten la biodiversidad. “Necesitamos un cambio total de modelo, que consista en integrar la naturaleza dentro de la gestión“, ha apuntado Clara Rovira. “El 37% de la mitigación del cambio climático va a venir de la infraestructura verde, que además puede ser muy atractiva cuando hablamos de costes y financiación”, ha explicado.
Como ejemplo, la directiva ha señalado el estudio que Suez hizo en el río Llobregat, que surte de agua potable a todo el área metropolitana de Barcelona. Gracias a la restauración del bosque de ribera se redujeron los costes del tratamiento de temperatura del agua: la propia sombra enfriaba el agua y no era necesario hacer un proceso a posteriori. “Y esta ventaja es solo en el agua: el bosque de ribera da muchos más servicios, sobre todo a la biodiversidad“, ha indicado Rovira.
“La economía y las infraestructuras verdes implican trabajar por el bienestar de las personas. Por eso hay que producir y consumir de manera diferente, porque los recursos son limitados y los riesgos ambientales son cada vez mayores” ha resumido Victoria Pérez, de la Fundación Biodiversidad. “Hay que cambiar las reglas del juego, hay que cambiar la gobernanza de la biodiversidad” ha remachado Asunción Ruiz.

Vía: elagoradiario