Las réplicas son los pequeños temblores que siguen al poco tiempo de producirse un gran terremoto. Es un matiz importante, ya que si la intensidad de una es mayor que la del terremoto inicial, este es considerado un sismo premonitor.
Aparecen porque la corteza terrestre se encuentra adaptándose en las inmediaciones de la falla donde se originó el primer terremoto. Su número varía enormemente y pueden superar el centenar; por ejemplo, en las veinticuatro horas posteriores al temblor que sacudió Alaska el 30 de noviembre de 2018 se produjeron 550.
La frecuencia de las réplicas va decayendo conforme pasa el tiempo, aunque suelen alargarse a lo largo de varios días.
En algunos casos, pueden continuar durante años, como sucedió con el terremoto de Nueva Madrid (EE. UU.) de 1811: se prolongaron durante casi dos siglos.
Desde 1894, tal cosa se puede calcular gracias a la ley de Omori, llamada así en honor a su descubridor, el sismólogo nipón Fusakichi Omori: sean cuales sean las probabilidades de que una réplica ocurra el primer día, el segundo se reducirán a la mitad; al tercero, a la tercera parte… Ahora bien, la cantidad, la ubicación o el momento exacto en que tendrán lugar las réplicas es impredecible.
Vía: Muyinteresante