El calentamiento global hace que pierdan las algas simbiontes que les proporcionan energía y se ven obligados a alimentarse filtrando agua, que contiene partículas contaminantes.
Se habla mucho de los efectos de la crisis climática sobre los arrecifes de coral. Y no es para menos, pues de calentarse menos de 1,5 grados centígrados, la Tierra podría perder el 70% de sus arrecifes de coral. Asimismo, si el incremento de las temperaturas supera los 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales, estos ecosistemas podrían prácticamente desaparecer, según los expertos del IPCC.
Pero esta no es la única amenaza que planea sobre los arrecifes de coral. Según se desprende de un estudio publicado este mes de diciembre en la revista especializada Scientific Reports , la contaminación también está causando estragos en estos ecosistemas porque sus protagonistas, los corales, son animales filtradores y se alimentan de las partículas contaminantes que hay suspendidas en el agua.
Según los autores del trabajo, investigadores de la Universidad de Washington (Estados Unidos), el incremento de la temperatura del agua hace que los corales estén más expuestos a la contaminación por una razón muy sencilla: el calor hace que se estresen hasta perder sus algas simbiontes, que son las que hasta ahora les proporcionaban energía, con lo que se ven obligados a alimentarse filtrando agua.
Mediante la filtración los corales buscan captar el zooplancton suspendido en el agua. Sin embargo, ésta no contiene sólo este tipo de presas, sino también miles de microplásticos que algún día pertenecieron a envases, botellas u otras piezas de plástico pero que se han descompuesto por culpa de las corrientes marinas y la radiación solar.
Asimismo, llegan al mar a través de las aguas residuales de las lavadoras, que pueden llegar a liberar cada vez que se ponen en marcha 700.000 microfibras de plástico, o como consecuencia del vertido en el agua de productos de cosmética o jabones, que también contienen microplásticos.
Una lavadora puede llegar a liberar 700.000 microfibras de plástico en un solo lavado.
Estudios anteriores constatan que, al desintegrarse, el plástico adquiere nuevas propiedades químicas y físicas, lo que puede conducir a graves bloqueos intestinales e incluso jugar un papel clave en la determinación del sexo de los organismos que lo ingieren, como se ha visto en peces y mamíferos marinos.
El trabajo publicado ahora constata que no todos los corales responden igual a la ingestión de plástico, pues unos sufren más que otros. Sin embargo, alerta de que la ingestión de estas partículas significa la no ingestión de aquellas que realmente proporcionan alimento a los corales, lo que, a la larga, hace que estos organismos no tengan suficiente energía para crecer y reproducirse.
Para la elaboración del trabajo los investigadores recolectaron muestras de dos especies de corales comunes en la costa este de Oahu (Hawái). La mitad las expusieron a agua cálida durante varias semanas para inducir su blanqueamiento, que se produce cuanto los corales pierden sus algas simbiontes por culpa del estrés.
Luego realizaron cuatro experimentos de alimentación diferentes en corales blanqueados y no blanqueados, fijándose en si se alimentaban sólo de microplásticos, sólo zooplancton, de ambos o de ninguno.
Por último, diseccionaron los corales y advirtieron que ninguna de las dos especies comía solo microplásticos, algo que atribuyen a la capacidad de estos organismos de distinguir entre lo que es zooplancton y lo que no lo es. Sin embargo, algunos individuos sí que ingirieron microplásticos y zooplancton a la vez, lo que podría significar que los corales no distinguen entre las presas y el plástico cuando se hallan juntos.
De cara a próximos experimentos, los investigadores se centrarán en el estudio de lo sabroso que puede resultar el plástico para los corales, así como en el impacto a largo plazo que puede tener la ingestión de estas partículas contaminantes en su fisiología. Y es que, a juicio de los expertos, sólo esto permitirá comprender realmente la gravedad del problema.
Cada año se producen en todo el mundo más de 400 millones de toneladas de plástico, ocho de los cuales se vierten en el océano a un ritmo aproximado de 200 kilos de plástico por segundo. Una vez en el agua, esta cantidad ingente de plástico es transportada por las corrientes, los procesos de convección y las tormentas, entre otros, hasta lugares remotos.
Vía: lavanguardia