La muerte puede tener muchas caras. Pero en las profundidades del océano, su rostro puede ser terrorífico.
En las regiones batial y abisal, no es extraño encontrar peces contraídos por la presión y la oscuridad y con aspecto de depredadores de pesadilla.
Muchos de ellos ocultan su verdadera apariencia y solo muestran una pequeña e inofensiva parte de su cuerpo, capaz de brillar en la oscuridad. Son maestros capaces de aprovecharse de la bioluminiscencia.
Pero no solo ellos lo hacen. Un estudio publicado este miércoles en PLOS ONE sugiere que la bioluminiscencia es una propiedad que está mucho más extendida entre los peces marinos de lo que se pensaba.
El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de San Cloud, en Estados Unidos, ha analizado la base genética de esta propiedad para tratar de hallar su origen y evaluar su presencia entre los grupos de animales.
«Cuando un rasgo evoluciona de forma independiente y muchas veces, podemos pensar que esa característica es útil», ha dicho W. Leo Smith, coautor del estudio e investigador en la Universidad de Kansas, en un comunicado. Y así ocurre en su opinión con la bioluminiscencia, «Alrededor del 80 por ciento de las especies de peces que viven en los océanos son bioluminiscentes. Esto indica que esta propiedad es básicamente un requisito para que los peces tengan éxito».
La zona abisal es un área de profundidades mayores a 2.000 metros en la que reinan presiones de más de 200 atmósferas (> 200 kg/cm2), en oscuridad total y con un margen de temperaturas de -1 a 5 ºC. Puesto que no hay luz por debajo de aproximadamente los 600 metros, la fuente de energía primaria es una lluvia de materia orgánica de las aguas menos profundas, incluyendo cadáveres de peces u otros animales marinos muertos.
Vía: abc.es/ciencia