¿Reciclar agua, mitigará el hambre en el mundo?

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El cambio climático y el aumento de la población está provocando graves tensiones hídricas, sobre todo en países en desarrollo. La solución puede pasar por reciclar agua, una técnica que podría servir para acabar con la escasez y cumplir con los ODS.

La escasez de agua es una realidad que provoca conflictos. Sequías, hambrunas, guerras por el control de los recursos hídricos… El recurso más preciado del mundo, por ser imprescindible para la vida, es completamente imprevisible: dependemos de precipitaciones irregulares y de una distribución de agua dulce que no atiende a fronteras ni nacionalidades. Y la situación puede empeorar: la población mundial no para de crecer y con ella la demanda de agua.

Además, el calentamiento global exacerba los fenómenos climáticos extremos, como las sequías o las lluvias torrenciales. Y esta realidad preocupa especialmente en el sector agrícola, que representa el 69% de las extracciones mundiales, según la ONU. Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, está apoyando el estudio y la implementación de técnicas que permitan aumentar la productividad agrícola y garantizar un uso sostenible de la tierra y el agua.

El uso de aguas no convencionales contempla muchas posibilidades, como la reutilización de aguas residuales, la desalinización o incluso la colecta de agua de niebla.

La solución es simple y, a la vez, muy compleja: reciclar agua. Esta ha sido la problemática en torno a la cual ha girado este jueves y viernes en el Simposio internacional sobre el uso de aguas no convencionales para lograr la seguridad alimentaria, organizado en Madrid por la FAO y el Ministerio de Agricultura. En él han debatido personas venidas de todo el mundo y de todos los sectores relacionados con la gestión del agua: organizaciones internacionales, empresas, entidades públicas, ONGs y académicos.

Y la conclusión parece clara: sin formas alternativas de obtención de agua, muchas personas sufrirán serios problemas de abastecimiento y la muerte de cosechas que podría provocar hambrunas. “En 2030, si no actuamos, el 65% de la población del planeta se verá afectada por falta de recursos hídricos”, asegura la estadounidense Sasha Koo-Oshima, Directora Adjunta de la División de Tierras y Aguas de la FAO.

ODS y reutilización de aguas regeneradas

El uso de aguas no convencionales contempla muchas posibilidades, como la reutilización de aguas regeneradas, la desalinización o incluso la colecta de agua de niebla. El objetivo: reducir la brecha entre la demanda y la oferta de agua y alcanzar el ODS 2 y el OD6 (Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU), en los que se pide, respectivamente, lograr la erradicación del hambre y abastecer de agua limpia y saneamiento a toda la población para el año 2030.

“Estamos trabajando para proporcionar soluciones no convencionales a problemas que tampoco lo son. Modernizar los sistemas de irrigación con exactitud informática, crear una economía circular en el sector del agua… Lo importante es empujar a los gobiernos, sobre todo de países en desarrollo, para que inviertan en tecnología que les asegure los suficientes recursos hídricos”, explica Heba Ahmed, especialista en recursos de agua y regadíos del Banco Mundial.

Porque, ante todo, “el agua es un problema político y de gobernanza”, según apunta Claudio Bacigalupi, jefe de unidad del Sector del Agua de Comisión Europea. Aguas transfronterizas, reservas compartidas entre varios países…  Un reparto complicado que para Koo-Oshima, “requiere una gobernanza eficaz y coordinada al nivel supranacional, con una gestión integrada y políticas coherentes orientadas a la eficiencia económica, la equidad social y la sostenibilidad ambiental”.

FAO
De izquierda a derecha, Sasha Koo-Oshima (FAO), Shony Goldberger (Ministerio de Medio Ambiente de Israel), Claudio Bacigalupi (UE), Teresa Navarro (Universidad Murcia), Heba Ahmed (BM), Oriol Bellot (Suez) Valeria Silvestri (FIDA) y María Lahore (CAF).

Encontrar soluciones adaptadas

Sin embargo, aunque la negociación se tenga que llevar muchas veces al nivel internacional, es importante también encontrar soluciones que se adapten de la mejor manera a cada región y cultura. Según explica Shony Goldberger, del Ministerio de Medio Ambiente de Israel, es imprescindible que se haga “un traje a medida para cada situación concreta”. Israel es el primer país del mundo en reutilización de aguas no convencionales: casi el 50% del recurso es “agua manufacturada”, ya sea desalinizada o depurada mediante ósmosis inversa.

Pero su modelo no se puede trasladar sin más a países con problemas hídricos similares como Perú o Sudáfrica. María Lahore, ejecutiva principal del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), explica que los estándares internacionales pueden ser incluso perjudiciales: “A veces es muy costoso para países en vías de desarrollo llevar a cabo regulaciones complejas. Al final, se opta por no hacer nada, en vez de buscar soluciones graduales”, razona.

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También es necesario que las transferencias de tecnología que puedan ayudar a reutilizar el agua se efectúen de manera gradual y beneficiando a la comunidad local. “No se le puede dar a la gente la última tecnología si no se le enseña como utilizarla. Las personas más pobres son normalmente las más afectadas por la falta de agua y lo importante es que aprendan a valerse por sí mismos, mediante inversión en formación específica”, tercia Valeria Silvestri, experta senior en gestión del agua e infraestructura rural del Fondo Internacional de Desarrollo Agrario.

El caso de España

España tiene una gran tradición de gestión del agua, como prueba que el cuerpo judicial relacionado con el líquido elemento más antiguo de Europa sea el Tribunal de las Aguas de Valencia. Y el Levante español da aún más ejemplos. “Murcia sufre desde siempre una carestía de agua y siempre ha luchado por intentar sacar el máximo partido a los escasos recursos que tiene”, comenta Teresa Navarro, directora de Agua y Sostenibilidad de la Universidad de Murcia.

Y es que España aparece justo detrás de Israel como el mayor reciclador de agua a nivel mundial: casi el 20% del agua que se usa ha sido tratada para ser reutilizada. Y hay técnicas que se están probando en el sector agrícola nacional que pueden ser claves. “La innovación tiene que venir de la digitalización. Mediante complejos algoritmos y una gestión inteligente, se puede ahorrar gran parte del agua que se destina a agricultura”, asegura Oriol Bellot, jefe del Departamento de Proyectos de Suez Agricultura.

“La innovación en temas de agua es muy compleja y por eso necesita más apoyo, tanto gubernamental como del sector privado”, opina Ahmed. “Es imprescindible crear economías circulares si queremos que nuestro futuro sea sostenible”, asegura Bacigalupi. Reciclar agua puede ser una solución, pero va a necesitar de la participación activa de un gran número de actores públicos y privados para convertirse en realidad. “Solo así tendremos posibilidades de cumplir los grandes desafíos que plantea el cambio climático y el aumento de la población”, concluye Lahore.

Vía: elagoradiario.

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