Los científicos han documentando con satélites el derretimiento inexorable de los glaciares andinos, que están disminuyendo casi un metro al año. La pérdida de hielo representa una amenaza para el suministro de agua y la agricultura desde Bolivia hasta Chile.
La imponente muralla de los Andes está perdiendo su manto blanco. Durante las últimas décadas, las decenas de glaciares que se encuentran en la cordillera sudamericana han ido perdiendo masa y extensión como consecuencia del calentamiento global, un proceso lento pero inexorable que está poniendo en riesgo su existencia y amenaza el suministro de agua de una región que abarca siete países. Recientemente, científicos alemanes y franceses han documentado, usando imágenes de satélite, el derretimiento de estos glaciares andinos, que han disminuido casi un metro al año desde 2000.
Así lo desvela un artículo publicado en Yale360, que recoge varias investigaciones aparecidas en Nature Geoscience y Nature Climate Change que afirman que el ascenso de las temperaturas también ha provocado que los glaciares retrocedan rápidamente. El problema es particularmente grave en el sur de los Andes, donde algunos glaciares se han retirado casi 9 kilómetros en el siglo pasado y el 98% de estas masas de hielo tienen ahora menos grosor y longitud que en el año 2000.
Los glaciares son recursos vitales para muchas comunidades sudamericanas, donde el agua de deshielo se usa para beber, irrigar y generar energía hidroeléctrica, especialmente en regiones áridas y durante períodos de sequía. Pero la pérdida de los glaciares andinos también tiene repercusiones mundiales: aunque solo representan el 4% del área de hielo terrestre del mundo, se están derritiendo tan rápidamente que son responsables de una parte desproporcionada del aumento global del nivel del mar en las últimas décadas. Y ninguna región montañosa ha perdido más hielo, en relación con su tamaño, que los Andes.

Hasta hace poco, la información sobre la velocidad y la cantidad de pérdida de hielo andino generalmente se limitaba a sitios de más fácil acceso, con científicos que plantaban manualmente estacas en los glaciares y registraban cambios en su masa a lo largo de los años, explican los investigadores. Pero los recientes avances satelitales han ampliado enormemente la capacidad de los científicos para rastrear los glaciares derritiéndose en los Andes y en todo el mundo.
“Nuestro estudio, y el de Etienne Berthier, son los primeros que cubren todo el continente [sudamericano] basado en mediciones en todas partes”, asegura Thorsten Seehaus, glaciólogo de Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg, que recientemente publicó su hallazgos en Nature Climate Change.
Diferencias por zonas

Lo que muestran los nuevos datos es que, si bien los glaciares andinos están retrocediendo de manera general, lo hacen a diferentes velocidades según la región. En los Andes cercanos al desierto de Atacama, por ejemplo, un pequeño número de glaciares se está expandiendo o se mantiene estable, dice Seehaus, pero solo representan el 1,3% de los glaciares estudiados.
En la mayoría de la cordillera, sin embargo, las perspectivas son mucho menos halagüeñas. Los campos de hielo del sur de la Patagonia son los que se derriten más rápido del continente, disminuyendo casi 1 metro de media al año. Junto con los campos de hielo del norte de la Patagonia, estas regiones representan el 83% de todas las pérdidas de hielo en América del Sur. La razón de esto es que los glaciares de la zona están a muy baja altitud, lo que los hace particularmente vulnerables al aumento de la temperatura del aire.
En la Patagonia, la reducción de la masa de hielo es preocupante pero tiene un menor impacto social, ya que se trata de zonas muy poco pobladas cuyos habitantes no necesitan grandes cantidades de recursos hídricos para susbstir. Pero en otras partes de la cordillera existen grandes ciudades que dependen del agua de los glaciares durante el verano, como La Paz (Bolivia), Santiago de Chile (Chile), Mendoza (Argentina) y Huaraz (Perú). Allí, la velocidad de la pérdida de hielo puede no ser tan dramática como en la Patagonia, pero la gran cantidad de personas que dependen del agua glacial para beber y cultivar sugiere que el impacto será severo.
En un primer momento, estas regiones rodeadas de vastos glaciares andinos experimentarán un aumento en la disponibilidad de agua a medida que las masas de hielo se derritan y e líquido elemento descienda a ríos y lagos. Pero pronto, este agua se secará y no podrá ser reemplazada.
Un estudio sugiere que casi 4 millones de personas en las principales ciudades de los Andes tropicales utilizan el deshielo glacial como recurso hídrico básico. En La Paz, con una población de 2,3 millones, aproximadamente el 27% del suministro de agua durante las estaciones secas proviene del deshielo glacial. El derretimiento de este helado recurso podría exacerbar la escasez de agua ya existente causada por el aumento de las temperaturas y un clima cambiante, y hacer recurrentes sequías como la que azotó a Bolivia en 2016, la peor en un cuarto de siglo.

Vía: elagoradiario