Los científicos han documentando con satélites el derretimiento inexorable de los glaciares andinos, que están disminuyendo casi un metro al año. La pérdida de hielo representa una amenaza para el suministro de agua y la agricultura desde Bolivia hasta Chile.
El derretimiento acelerado de los glaciares andinos durante 2024 y 2025 ha traído consigo una serie de consecuencias significativas, que se intensifican con el cambio climático. Estas son algunas de las principales:
Disminución del suministro de agua: Los glaciares actúan como reservas naturales de agua dulce, especialmente cruciales durante las estaciones secas. Su retroceso continuo reduce el caudal de los ríos que dependen de ellos, afectando el suministro para consumo humano, agricultura, y generación de energía hidroeléctrica en ciudades importantes como La Paz, Santiago, Mendoza y Huaraz. Se estima que alrededor de 90 millones de personas dependen del agua proveniente de los Andes.
Mayor riesgo de desastres naturales: El deshielo incrementa el volumen de agua en lagunas glaciares, elevando el peligro de aluviones (Glacial Lake Outburst Floods – GLOFs) y deslizamientos de tierra, poniendo en riesgo a las comunidades que viven aguas abajo.
Impacto en los ecosistemas: La alteración en los regímenes hidrológicos afecta a los ecosistemas de alta montaña y a las zonas bajas que dependen del agua glacial, incluyendo la Amazonía, donde se estima que la pérdida de hielo andino podría reducir el flujo de agua hasta en un 20%, intensificando las sequías.
Pérdida de medios de vida: Las comunidades andinas, muchas de las cuales dependen de la agricultura y la ganadería, se ven directamente afectadas por la escasez de agua y los cambios en la disponibilidad de pastos. En algunas zonas, como alrededor del glaciar Tuni Condoriri, se están buscando alternativas como la piscicultura.
Aumento de la inseguridad hídrica y alimentaria: La combinación de menor disponibilidad de agua para riego y el aumento de eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones pone en riesgo la producción de alimentos y la seguridad hídrica de la región.
Retroceso sin precedentes: Estudios recientes indican que el retroceso de los glaciares tropicales andinos no tiene precedentes en los últimos 11.700 años, lo que subraya la magnitud y la urgencia de la situación.
Ante esta realidad, expertos y organizaciones internacionales enfatizan la necesidad de implementar estrategias de adaptación que involucren a las comunidades afectadas, considerando las variaciones regionales y evaluando el impacto de la pérdida de glaciares junto con la demanda de agua y las vulnerabilidades humanas. La gestión sostenible del agua y la protección de los ecosistemas de alta montaña son cruciales para mitigar las consecuencias del derretimiento glaciar en los Andes.

Hasta hace poco, la información sobre la velocidad y la cantidad de pérdida de hielo andino generalmente se limitaba a sitios de más fácil acceso, con científicos que plantaban manualmente estacas en los glaciares y registraban cambios en su masa a lo largo de los años, explican los investigadores. Pero los recientes avances satelitales han ampliado enormemente la capacidad de los científicos para rastrear los glaciares derritiéndose en los Andes y en todo el mundo.
Diferencias por zonas
Lo que muestran los nuevos datos es que, si bien los glaciares andinos están retrocediendo de manera general, lo hacen a diferentes velocidades según la región. En los Andes cercanos al desierto de Atacama, por ejemplo, un pequeño número de glaciares se está expandiendo o se mantiene estable, dice Seehaus, pero solo representan el 1,3% de los glaciares estudiados.
En la mayoría de la cordillera, sin embargo, las perspectivas son mucho menos halagüeñas. Los campos de hielo del sur de la Patagonia son los que se derriten más rápido del continente, disminuyendo casi 1 metro de media al año. Junto con los campos de hielo del norte de la Patagonia, estas regiones representan el 83% de todas las pérdidas de hielo en América del Sur. La razón de esto es que los glaciares de la zona están a muy baja altitud, lo que los hace particularmente vulnerables al aumento de la temperatura del aire.
En la Patagonia, la reducción de la masa de hielo es preocupante pero tiene un menor impacto social, ya que se trata de zonas muy poco pobladas cuyos habitantes no necesitan grandes cantidades de recursos hídricos para susbstir. Pero en otras partes de la cordillera existen grandes ciudades que dependen del agua de los glaciares durante el verano, como La Paz (Bolivia), Santiago de Chile (Chile), Mendoza (Argentina) y Huaraz (Perú). Allí, la velocidad de la pérdida de hielo puede no ser tan dramática como en la Patagonia, pero la gran cantidad de personas que dependen del agua glacial para beber y cultivar sugiere que el impacto será severo.
En un primer momento, estas regiones rodeadas de vastos glaciares andinos experimentarán un aumento en la disponibilidad de agua a medida que las masas de hielo se derritan y e líquido elemento descienda a ríos y lagos. Pero pronto, este agua se secará y no podrá ser reemplazada.
Un estudio sugiere que casi 4 millones de personas en las principales ciudades de los Andes tropicales utilizan el deshielo glacial como recurso hídrico básico. En La Paz, con una población de 2,3 millones, aproximadamente el 27% del suministro de agua durante las estaciones secas proviene del deshielo glacial. El derretimiento de este helado recurso podría exacerbar la escasez de agua ya existente causada por el aumento de las temperaturas y un clima cambiante, y hacer recurrentes sequías como la que azotó a Bolivia en 2016, la peor en un cuarto de siglo.

Vía: elagoradiario